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martes, 2 de octubre de 2018

Mencionaba en mi anterior columna sobre este tema uno de los dos más sobrecogedores, para mí, avances tecnológicos que nos llevarán -más pronto que tarde- a preguntarnos por el papel de nosotros los humanos en la creación de riqueza. El primero de ellos fue AlphaGoZero, Inteligencia Artificial Avanzada -IAA- (que aprende por sí misma) y que venció 100 a 0 a AlphaGo, Inteligencia Artificial programa por nosotros con los 30 millones de partidas que aprendimos a desarrollar a lo largo de tres mil años de historia de este juego-un antiguo ajedrez oriental-. AlphaGoZero es escalofriante porque no fue programado por nosotros con el reservorio de jugadas, sino que las aprendió por sí mismo y, luego de tan solo 19 horas de jugar contra ella misma, ya había superado lo aprendido por los humanos en 3.000 años de evolución. Pero, AphaGoZero solo sabe jugar Go. No es capaz de hacer nada más a pesar del prodigio que representa el hecho de estar diseñada para aprender por sí misma. Y eso solo es ya de por sí prodigioso.

El segundo avance tecnológico resulta muchísimo más asombroso y nos toca directamente a todos los seres humanos que nos dedicamos a la prestación de servicios profesionales; sí, a esos que hasta hace muy poco -para muchos todavía hoy- no se veían amenazados por la IAA; a los que aun consideran, ingenuamente por cierto, que la IAA simplemente nos va a ayudar a desempeñar mejor nuestra profesión, cual un simple PC o un celular; a quienes juran y perjuran que el secreto final es que siempre podremos “programarla” y que, llegado el caso de sentirnos amenazados, simplemente la “apagamos”. A esos apreciados colegas y al público en general de los profesionales que prestamos servicios, me complace presentarles a Ross, abogada contratada por la firma de abogados norteamericana Baker & Hostetler desde 2016, para desempeñarse en el Departamento de Quiebras junto con otros 50 abogados -quizás debería decir ¿colegas?-.

Ross, al igual que AlphaGoZero aprende por sí misma y cada vez que interactúa con los colegas y clientes “humanos”. En otras palabras, mientras más trabaja más aprende, que es, finalmente, lo mismo que hacemos nosotros los humanos, pero ella a una velocidad exponencialmente mayor que la nuestra, así como su capacidad para rastrear más de 10 mil páginas por segundo. Algunas de las otras habilidades de según lo menciona el portal Legis.pe nos develan la dimensión de lo que ha llegado a nosotros: sus respuestas incluyen citas legales, juicios de valor basados en el estudio que hace de la jurisprudencia, noticias, interacciones que reposan en su inmensa base de datos; sugiere a sus colegas más artículos y noticias para estudiar el tema objeto de asesoría; rastrea en tiempo real los resultados de las sentencias y juicios que han sentado jurisprudencia y, por si fuera poco, analiza la ideología del juez de la causa, así como de las partes involucradas en el proceso. Finalmente, Ross incluso formula hipótesis fundamentadas en su enorme conocimiento de leyes.

El meollo del asunto es que hemos arribado al punto de inflexión al haber aprendido nosotros, los humanos, a “enseñar” a la IA a aprender por sí misma -computación cognitiva- y, por supuesto, a hacerlo a unas velocidades y un nivel de certeza que nunca podremos alcanzar; de hecho, Ross está basada en Watson de IBM que hace varios años venció al mejor ajedrecista, solo que ahora analiza, deduce, interpreta y emite juicios de valor.