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lunes, 28 de octubre de 2019

La polarización es el flagelo de la sociedad moderna. Producto principalmente de la utilización abusiva de las redes sociales para la diseminación de notificas falsas, en la era actual los individuos esclavizados por esta masiva forma de manipulación se ven sometidos por la fuerza de las tendencias de opinión y terminan obligados a escoger una posición y a defenderla radicalmente. Ya no se puede pensar hoy una cosa y mañana otra. El poder de las redes nos obliga a escoger una camiseta y a defenderla con fervor y fanatismo, más allá de la razón. Las redes se convirtieron en un campo de batalla y opinar ya no es un ejercicio de libertad, sino un juego de poderes y vanidades donde siempre se gana o se pierde.

Como dice Byung-Chul Han (Psicopolítica, Neoliberalismo y nuevas técnicas del poder, 2014) para los cibernautas el ámbito de libertad se redujo sensiblemente por la ansiosa necesidad de subir una foto o una opinión, o de dar un like. El efecto de dominación de la red es tal, que sus efectos se asemejan a los de la droga, oscilando entre la euforia y el síndrome de abstinencia. La red hoy no es, como se pensaba en un principio, un inmenso foro donde simplemente cada quien dice lo que quiera en situación de igualdad, y donde uno decide libremente a quien sigue, sino un polígono de operaciones, donde a diario se alinean los ejércitos de cada bando para teledirigir sus municiones verbales. Tras casi 20 años de la existencia de redes sociales en la web y después de los más deslumbrantes “avances” de las técnicas de inserción de noticias falsas en el imaginario colectivo, que se han dado en los últimos años, la sociedad se ha transformado de manera profunda. Si bien es una sociedad más informada y con una narrativa más rica, se ha movido hacia un modo mas activista y, por efecto de ello, más polarizada. Cada quien tiene una causa bajo el brazo y una actitud mas preparada para la confrontación.

La tendencia hacia una más aguda polarización de la sociedad no es mala en sí misma, pues el disenso informado puede conllevar buenas consecuencias. Lo malo es una polarización que hace parte de todo este nuevo sistema alienante que son las redes sociales y que ha generado la cultura inevitable del escrutinio de vidas ajenas, del like o la reprobación. Allí, la polarización se torna muy peligrosa no solo porque puede afectar la tranquilidad mental de toda la sociedad, sino porque puede llevar a malas decisiones como el Brexit o el Plebiscito.

Además, el sistema polarizante puede llevar al establecimiento de una lógica perversa e inaceptable, parecida a la que se impone en los ámbitos mafiosos, que se resume en: O estás conmigo o estás contra mi. Cuando termina imperando este anti-principio, la sociedad termina dividida en 2 o más dos clanes y difícilmente alguien puede escapar a la presión, es decir, optar por la neutralidad o por abstenerse de jugar el juego.

Esto es muy grave para una nación que aún no se ha acabado de construir como la nuestra, donde necesitamos llegar urgentemente a un consenso sobre temas esenciales como la lucha contra la corrupción, la forma de hacer política, u otros valores superiores como la justicia o la ética.

Ojalá no terminemos como dice Pink Floyd en su maravillosa canción Us and Them (nosotros y ellos): “(…) nosotros, nosotros, nosotros, ellos, ellos, ellos, y quién sabe cuál es cuál y quién es quién, y al final es sólo redondo y redondo, (…) ¿no has oído que es sólo una batalla de palabras?”