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lunes, 16 de septiembre de 2013

Luego de más de una decena de días del paro agrario que afectó a Colombia, quedó claro que el sector requiere más que un acuerdo con el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos, de un ambicioso programa de reactivación y productividad, que desemboque en un uso más eficiente de la tierra, una expansión sostenible de la frontera agrícola, mejoramiento del desarrollo tecnológico, modernización de la comercialización agropecuaria, acompañado con la implementación de un sistema de incentivos selectivos que fomente la capitalización del sector rural y reduzca los riesgos de su actividad, que hoy está en el corazón de los 49 millones de colombianos. En una palabra, y retomando nuestra propuesta muchas veces presentada en el Congreso sobre la importancia de colocar en marcha desde Nariño hasta la Guajira de una agenda diversificada frente a los TLC, en la recta final del 2013, debe significar el inicio de una política de Estado frente al agro con un alto sentido de gerencia social, que desemboque en una política de desarrollo rural.

Al aplicarse este mecanismo -que debe tener el acompañamiento del sector público y privado del país- se podrá construir un sistema de compra, cofinanciación, adquisición de tierras, capacitación a los campesinos, que en mi opinión, se traducirá en una intervención eficiente del mercado agropecuario, la edificación del presente y futuro del sector, facilitando el otorgamiento de un apoyo financiero asertivo para la compra de materias primas.
 
Los compatriotas que tienen al campo como su casa y su proyecto de vida, requieren una armonización de su actividad productiva y social, bajo una línea de acción de conservación de los recursos naturales. Una tarea que no puede ser aislada, el Estado está en la obligación de acompañarles en todo el proceso, y en el caso de los gremios y el Congreso hacer seguimiento permanente la política agraria.
 
De esta manera las zonas costeras y la sierra se podrán articular. Encontrar puntos comunes de trabajo. Solo entonces, el Estado, el empresario, el campesino serán protagonistas de la trasformación real del campo, con la aparición de una sociedad rural, que antes que exportar necesita; elevar su consumo interno y de los colombianos. Una tarea mayúscula, pero inaplazable. Porque está en juego la seguridad alimentaria del país y el empleo de hombres y mujeres del campo, que más que promesas requieren una agenda de trabajo, que les facilite la tarea, que hacen a diario con dedicación y compromiso.