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viernes, 31 de mayo de 2019

Colombia se encuentra en una de las coyunturas más importantes de su historia. De lo que hagamos en el próximo par de años, dependerá si seremos una nación prácticamente analfabeta para el siglo XXI, o una potencia tecnológica de la región. El auge de emprendimientos tecnológicos que estamos presenciando es la mayor oportunidad que ha tenido el país en muchos años para dejar de ser una nación productora de materias primas, y convertirse en una nación exportadora de servicios y conocimiento.

El crecimiento económico que Colombia ha mantenido durante los últimos años, inferior a 5% anual, es una condena a no cerrar la brecha económica entre nuestro país y los pares internacionales más desarrollados. En términos claros, nuestro modelo económico, no está funcionando.

Sin embargo, a los colombianos el emprendimiento nos corre por las venas, y nada ha impedido que en el país broten emprendimientos tecnológicos de talla mundial, empresas que generen inversión internacional directa, empleo, conocimiento, y en general hacen del país una nación mucho más próspera y competitiva. Solamente Rappi, el ejemplo más fácil, ha generado en los últimos años más de US$1.500 millones en inversión. La pregunta es, ¿Cuántos “Rappis” más hay en Colombia luchando contra la falta de inversión, los impuestos y las regulaciones?

El gremio fintech es uno de los ejemplos más claros que demuestra que, entre todos, se puede construir una gran industria tecnológica. Tanto entidades tradicionales como entes reguladores han entendido que es necesario adaptarse a los retos que exige la nueva era digital. Mediante el Decreto 2443 del 2018, entidades financieras tradicionales ahora pueden invertir en emprendimientos de base tecnológica. Por su parte, el Sandbox de la Superintendencia Financiera busca impulsar a los emprendedores para que éstos innoven de una manera controlada y vigilada. Todo esto mientras la comunidad fintech se mantiene unida y traza estrategias como uno solo, demostrándole al país cuál debe ser la hoja de ruta para los demás gremios. Como resultado de ese trabajo mancomunado entre entidades tradicionales, entes de control y emprendedores, Colombia tiene en sus filas fintechs de talla internacional que generan empleo, conocimiento e inversión extranjera.

El surgimiento elevado de empresas tecnológicas ha incrementado sustancialmente la demanda de mano de obra calificada en áreas digitales. Generando, además, un crecimiento exponencial no solo en la competitividad del país, sino también en sus ingresos al ser ésta una de las profesiones mejor remuneradas en el mundo hoy en día.

A hoy, sobran los ejemplos de industrias extractivas que nunca se preocuparon por diversificar, y mudar sus negocios a industrias de servicios y no de materias primas. Varios de los productores del país viven de subsidios del Estado, es decir, la industria extractiva parece no ser rentable a largo ni a corto plazo, a tal punto que es sostenida por los colombianos cuando debería ser exactamente al contrario.

Probablemente por primera vez en la historia del país, tenemos frente a nosotros la posibilidad de ser una potencia mundial en términos industriales. Tenemos que creer que nuestros emprendedores, nuestra mano de obra, y nuestras instituciones están a la altura del reto. Hay que rodear a nuestros empresarios con un ambiente que fomente la innovación regulada, la inversión, y el desarrollo de conocimientos y nuevas tecnologías.