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sábado, 5 de diciembre de 2015

Colombia no puede ni debe seguir soportando a diario las denuncias de los actos de corrupción a que estamos sometidos en forma permanente y en muchos casos con actores destacados de nuestra sociedad que abusando de su poder y de su prestigio, además de una pésima formación ética, continúan campantes por juzgados y otros organismos creados para preservar el honesto proceder de sus ciudadanos.

El atropello diario contra nuestros niños y niñas, el robo continuo de los celulares, las coimas que deben pagar los proveedores del Estado para que sean incluidos en la lista y ser seleccionados y que los pagos que se deben hacer para que los cheques salgan en el menor tiempo posible.

Los excesos en los costos de realización de obras públicas que superan en algunas ocasiones más del 30% es algo que nos debe llamar a la reflexión y buscar las situaciones que  pongan fin a la práctica de ellas en el corto plazo.

La salud de la cual dependemos todos, de una u otra forma, no puede ser un medio de enriquecimiento ilícito para unos pocos a expensas de los enfermos y de los más necesitados.

Frente a los otros males a los cuales nos hemos venido sometiendo de tiempo atrás, los actos de corrupción no tienen comparación y son los más formados y los de más prestigio quienes vienen penetrando los deficientes mecanismos del Estado para lograr su innoble adquisición de riqueza.

En ocasiones anteriores se ha hablado de manera preocupante no solo de la salud sino también de las cárceles, de la justicia y la desatención a los ancianos.

Llamamos la atención a quienes tienen el poder en sus manos para que de manera inmediata paren sus prácticas desleales  y comencemos a recorrer un camino de reestructuración ética que como es de todos conocido ha penetrado nuestras escuelas de formación, nuestros escenarios de distracción, nuestros medios de comunicación y todo aquello que tienen la opinión pública.

A los señores padres de la patria, esta es una oportunidad para posicionar su distinguido cambio en una sociedad que los ve participando de estos actos hasta el punto, como es el caso de Bogotá, de que los hospitales públicos son “privatizados” y repartidos entre sus Concejales.

Este llamado no da plazo y no debemos dejarnos distraer porque lo urgente es tener nuestra sociedad libre de la corrupción para lograr un desarrollo social y económico, como se merecen las generaciones de colombianos sometidos a este escarnio y permitir que las futuras generaciones  se liberen de este pecado mortal de la corrupción.

La cura para acabar con la corrupción no es fácil, pero si todos los colombianos somos conscientes de las consecuencias de esta carga, que hemos llevado por muchos años y actuamos de manera decidida no tanto con las denuncias oportunas sino con la corrección que nos corresponde a cada uno, como ciudadanos de bien, es mucho lo que se logra, pero lo más importante es saber que si queremos lograr cosas buenas para nuestra sociedad y para el país es el momento de actuar con prontitud y decisión.

Llamo encarecidamente la atención de nuestros líderes,  de los medios de comunicación y de piezas publicitarias formadoras, para que inicien desde ya esta campaña inaplazable.

Esta ruta la agradecerá para el presente y futuro, cada uno de los colombianos dispuestos a hacer de Colombia un país grande, noble y honesto.