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OPINIÓN

No hay suficientes quilates que valoren la vida

14 de junio de 2025

Canal de noticias de Asuntos Legales

La vida se creó como la piedra más preciosa. Su precio es infinito. No hay báscula que determine su peso. Pende de un tejido conformado por su misión en el recorrido por la tierra, por el valor en la comunidad en la que nace y se desenvuelve, por el impacto en las esferas humanas que agradecen o sufren sus acciones y omisiones, por el grupo de familia y cercanos en el que tiene un lugar y por la inmensidad de su propio ser.

En respuesta a confusiones del ego y a la ausencia de valores que han llevado desde tiempos remotos a acabar con vidas, desde la Ley del Talión se han establecido consecuencias para el atrevido que se crea con libertad para cercenar la subsistencia de un semejante. En palabras de Juan Sáinz Guerra, el homicidio “es el más relevante de los delitos corporales, porque la vida es el bien más preciado de los hombres”. No hay agnóstico que respire en este planeta al que no le aplique el quinto de los mandamientos susurrados en el Monte Sinaí; ‘no matarás’.

No hay excepción a la regla de causa y efecto. El que tome la terrible decisión de causar daño a otro, debe asumir sanciones penales; muchas veces también económicas y sociales. Lo que no comprende realmente el actor es que con su prohibida decisión crea para sí mismo una deuda en el mundo divino en el que con amor y compasión van seguro a trazarle posteriormente experiencias para que compense universalmente sus actos. Ahora o en cualquier espacio de sus trayectorias; pero la lección llegará con una severidad imprevista e irresistible.

La humanidad no ha podido curarse de este lastre. Increíble que 2025 años después de Cristo sigan estos delitos en todas las latitudes del mundo. No hay que olvidar que detrás del perjuicio que se causa contra una vida hay muchas otras que padecen y sufren un irremediable impacto. Lo peor es que los perjudicados de manera indirecta pertenecen a ese tejido explicado en las primeras líneas de este escrito, tanto del actor – que termina afectando a los suyos – como, por supuesto, de la víctima. De ahí los ciclos perversos; los patrones, la apariencia de normalidad frente a lo incorrecto y criminal, los traumas, el karma, las patologías de la personalidad y enfermedades físicas y mentales y, lo peor, el germen de nuevos potenciales criminales.

En todos los Estados debe ser protegida la vida. Las reglas deben ser aplicadas y cumplidas; empezando por la máxima dispuesta en el artículo 11 de la Constitución Política de Colombia según la cual la vida es inviolable.

Siempre podremos optar por realizar actos correctos. Los demonios del hombre salen si éste decide abrirles las puertas. Es una elección; el libre albedrío es capaz de llenar de luz a lo que está tentado a ser oscuro. Espero el momento en que el nivel humano deje de ser tan bajo como para que se presenten mutilaciones de existencias de otros. Eso sí; porque todo lo que sale de nosotros es un reflejo de lo que somos y de lo que tenemos internamente.

Con seguridad, así estas líneas no resuenen con amplitud, universalmente solo expresarlas generan contrapeso al caos.

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