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viernes, 18 de marzo de 2022

Son numerosas las aristas desde donde se analizan las etapas y desafíos de los emprendimientos. Una de ellas proviene del relato propio del emprendedor, el cual es práctico y vivencial.

Si bien cada nuevo negocio tiene particularidades, modelos y estrategias diferentes, lo cierto es que quienes inician actividades desde cero sienten un valor y gratitud desmedidos hacia cada cliente y nuevas oportunidades que contribuyen a la sostenibilidad del emprendimiento. Se va generando un flujo al interior del negocio naciente que se nutre de los terceros con interés en adquirir los bienes y/o servicios, la gratitud y emoción de quienes los producen y/o prestan, la necesidad de mantener e incrementar las ventas y, con ellas, la obligación de proteger la impecabilidad y calidad para que el negocio se sostenga. Todo sucede al mismo tiempo.

En este punto existe una certeza: solo nace del desarrollo del nuevo negocio en sí mismo la consciencia y sentimiento del emprendedor de enfilar realmente sus esfuerzos al mantenimiento y robustecimiento del círculo virtuoso derivado de ese flujo, valor y gratitud mencionados.

Se vive con intensidad la responsabilidad de operar con orientación al detalle, cuidado, buenas prácticas y altos estándares. Todo ello gracias al mismo círculo.

La experiencia es muy diferente para empleados de una empresa o entidad consolidada. Es frecuente que los dirigentes luchen para que los trabajadores y colaboradores sientan las emociones propias de ese círculo de los nuevos negocios.

Lo cierto es que es difícil vivirlo porque, como trabajadores, el sueldo llega y las cuentas de los servicios públicos, los aportes a la seguridad social, los gastos de la administración, etc. terminan siendo pagados sin que el trabajador se sienta en riesgo. Ese riesgo ya lo enfrentaron los fundadores que iniciaron la empresa tiempo atrás.

Es preciso mencionar también algunas de las emociones que enfrenta el emprendedor en cada fase del negocio. En la preoperativa, necesita apelar a la creatividad que lo lleva a soñar y construir los bienes y/o servicios, el concepto de la empresa o establecimiento, la imagen y marca, la razón social, establecer las reglas y procesos de tipo legal que resulten necesarios, diseñar el plan de negocios, la consecución de los activos y recursos, la definición de los tipos de vinculación, etc. Este es un momento creativo y de ilusión.

Cuando llega la etapa de formalización del vehículo elegido, salen alertas derivadas de las obligaciones aplicables ante la constitución formal de su naciente compañía y el desarrollo de las actividades del giro ordinario.

Siempre será aconsejable tener el acompañamiento de los profesionales que brindan orientación y servicios para que estas obligaciones no sean desatendidas, tales como contadores, abogados, financieros, expertos en mercadeo y publicidad, diseñadores web, entre otros.

En la etapa operativa, se reitera una máxima que está en la mente y en el ambiente desde la fase fundacional pero que en este punto es una necesidad: mantener e incrementar las ventas que permitan el cumplimiento de las obligaciones y la atención de los costos y gastos para continuar. Aquí, sigue el círculo virtuoso. Todo sucede al mismo tiempo y con ello un orgullo único de crecer, consolidar y enfrentar cada momento.