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lunes, 25 de enero de 2021

Por ser esa ventana que en medio del encierro nos permite seguir enterados, alerta y en contacto con lo que pasa allá afuera, mientras procuramos mantenernos y mantener a los demás a salvo del virus que nos tiene socialmente distanciados desde marzo del año pasado.

Gracias, por permitirnos ver casi en tiempo real, todo lo que se debe y no se debe hacer. Internet se convirtió en esa lupa que, sin compasión, nos enfrenta a una realidad (ahora aumentada) que nos negábamos a reconocer. Andy Warhol anticipó que llegaría el momento en que todas las personas tendrían quince minutos de fama, internet lo hizo posible. En estos diez meses hemos visto todo: Abogados atendiendo audiencias virtuales desde la comodidad de su cama; regaños sin precedentes a abogados que en sus alegaciones citan textualmente normas; memoriales que se vuelven virales por su pintoresco lenguaje; sanciones a abogados que en medio del encierro escriben con irrespeto a sus juzgadores y contendores; y así un sinfín de bochornosos videos y textos que, aunque “hacen las delicias de internet”, decepcionan. Quince minutos de fama, del anonimato al desprestigio.

Y es que el derecho tiene todo que ver con la ética (así haya quienes opinen diferente), con ese modelo de conducta según el cual el fin no justifica los medios y obliga al más férreo apego a las reglas, especialmente las jurídicas, pero no sólo a ellas. La urbanidad básica, por ejemplo, también hace parte de ese conjunto de reglas no jurídicas que, gracias a internet, hemos visto en desuso. Toda falta de modales y elegantia iuris, invade las pantallas causando risa en algunos y pena ajena en otros.

En buena hora, y en tiempos muy interconectados, quedó finalmente conformada la Comisión Nacional de Disciplina Judicial. ¿Cómo ejercerá sus funciones disciplinarias frente a la cantidad de videos y audios que cada día se vuelven cadenas de whatsapp o videos en distintas redes sociales mostrando los desmanes de abogados en ejercicio y funcionarios y empleados de la Rama Judicial?

Probablemente gracias a internet, los estudiantes de derecho, futuros abogados (y jueces) puedan tener a su alcance ejemplos reales de qué hacer y qué no hacer en una audiencia virtual (y presencial, cuando se pueda). Tal vez el efecto panóptico, que tiene la amplificación de todo lo que está en la red, haga que por vergüenza -por lo menos- los más irracionales impulsos sean contenidos y dejemos de ver tratos desobligantes e irrespetuosos en los estrados judiciales. Las discrepancias con las decisiones judiciales deben plantearse de forma respetuosa en recursos oportuna y seriamente fundamentados, sin manoteos, amenazas o inferencias y, de la misma manera, la autoridad judicial no puede ser ejercida arbitrariamente atropellando a los usuarios.

Empezaremos, sin duda, a ver cómo las reglas empezarán a redefinirse en su alcance e interpretación. Veremos cómo conceptos tan vagos como el “decoro profesional” empiezan a aterrizarse y los límites entre la libertad de expresión, el libre desarrollo de la personalidad y la “conducta que pueda comprometer la dignidad de la administración de justicia” (num. 6, art. 154. L.270 de 1996) serán definidos, particularmente con la identidad on line y el uso de redes sociales.