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jueves, 6 de febrero de 2014

A mí me da mucha pena con los parlamentarios conservadores que se retiraron de la convención que se llevó a cabo el pasado domingo 26 de enero en el centro de convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada de Bogotá. Dicho escenario fue de ellos hasta ese día, manipularon las convenciones a diestra y siniestra desde siempre. Los resultados se conocían con anterioridad y un espacio que se presentaba como democrático no era más que un ejercicio para refrendar una decisión previamente tomada por los muy pocos que ayer perdieron. Así fueron y algunos pensaron que seguirían siendo las convenciones de los partidos en Colombia, pero lo de ese día los tomó por sorpresa. 

El sábado 25 pasadas las nueve de la noche, varios amigos nos vimos para cenar en el restaurante ‘El Virrey’ del Hotel Tequendama. A la entrada, en el lobby del hotel, estaban los congresistas Efraín Cepeda y Armando Zabaraín saludando a sus delegaciones con sesión de fotos incluida. Todo era alegría y camaradería. Conversando con varios amigos del Atlántico los tomó por sorpresa cuando expresé “todos venimos a buscar una candidatura propia, es lo que debe hacer cualquiera que se diga conservador”. Vi cómo varios de ellos trataban de enfrentar mi argumento recurriendo al tan famoso “pragmatismo” y por ello quienes me acompañaban y yo decidimos insistir en que “seguiremos siendo amigos, pero mañana nos vamos a enfrentar con todas las fuerzas que tengamos en la convención”.

Desde las seis de la mañana llegaban delegaciones desde todas las regiones de Colombia y la tesis de tener candidato propio era evidentemente mayoritaria, a pesar de la tranquilidad que pretendían demostrar quienes habían venido a votar por Santos. Bastó con que Soraya Galvis, Secretaria de la mujer que presentaba el evento, saludara a Efraín Cepeda para que los pitos y chiflidos inundaran el recinto y “Fincho” optó por ubicarse estratégicamente a la sombra.

Después de los discursos de Leyva, Victoria y Ramírez, la mesa directiva reconoció al otrora gran orador del partido y cabeza de lista al Senado de la República, Roberto Gerlein y ahí fue troya. Los gritos de “no”, “fuera”, “candidato propio” y los chiflidos y pitos fueron tremendos. Los convencionistas que vestían camisetas que decían “con Santos unidos por la paz, ganamos” no respondían nada. Se fueron poniendo chaquetas para que no los identificaran y pronto empezaron a retirarse del recinto. 

Alegó entonces Gerlein que no había garantías, que temía por su integridad física, pero todo esto después de haber hablado de “chusma”, “manada de gritones”, “guachafita”, entre otras cosas que le gritó a los convencionistas ¿Qué quería entonces? ¿Qué le agradeciera la “chusma”? No, la convención conservadora, esa misma que ellos habían revivido en la última reforma de estatutos, alegando que una consulta popular era muy costosa para los candidatos; esa convención está hastiada con la falta de renovación, con las prácticas clientelistas de siempre, esa convención no quiso darle la palabra a Gerlein en un primer momento y cuando hubo silencio los derrotados no quisieron proceder y, tal como se hacía antes, alegaron falta de garantías.

No hay que confundir. Para aprobar una alianza con otro partido se requieren las dos terceras partes de los votos en la convención y esa cifra era inalcanzable, pero la recordaron el día de la convención y optaron por el saboteo. La “chusma” chifló y pitó, pero luego callo para poder votar. En cambio, los dirigentes “históricos”, esos que no quieren la renovación, esos que creen que el partido es una empresa de pocos, esos que creen que la convención no es la máxima autoridad del partido si no es controlada por ellos; esos se fueron, se largaron como la “chusma” que no acepta autoridad u orden, que habla de ley pero no para vivirla, que habla de principios pero no para seguirlos, que habla de valores sin promoverlos.

El Partido Conservador tiene candidata a la Presidencia de la República, elegida en una convención en la que no cabía la gente. Las bases del partido, esas que sentimos el conservatismo como parte de nuestras vidas, esas que no necesitamos un puesto o un contrato para decir que somos militantes del partido, esas bases votamos ayer en una convención que se hizo de acuerdo a lo estipulado en los estatutos y ganamos. Mi mamá siempre me dijo que para llegar a mandar hay que saber obedecer, que para poder ganar primero hay que perder y que en la mesa y en el juego se conoce al caballero.