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lunes, 26 de agosto de 2019

Colombia no es un país ajeno a las reformas constitucionales. De hecho, pareciera un deporte nacional, que surge con la aprobación de la carta política en 1991, que es promover actos legislativos.

Algunos han sugerido que las reformas son “cartas de batalla”, aunque no es claro qué posiciones son las que se enfrentan. No obstante, un asunto que merece una reflexión a nivel nacional, es la reforma al sistema electoral. Entiéndase que no estoy hablando de “reforma política”, como si con una reforma “la política” fuese a cambiar.

Tres propuestas para tener en cuenta: acabar el voto preferente, dejar de exigir pólizas o garantías para candidaturas nuevas y reducir el monto del fondo para la financiación de los partidos políticos.

¿Por qué?

Uno, el voto preferente ha logrado que las facciones de los partidos políticos que se presentaban como movimientos “independientes” y que giran en torno a una persona, se mantengan vigentes. Roy Barreras estuvo en Cambio Radical, después pasó al Partido de la U para poder apoyar a Uribe y por poco se va a la Colombia Renaciente para seguir acompañando el proyecto de Santos. Ejemplos hay muchos. Los partidos no tienen disciplina y cada facción hace en últimas lo que le dé la gana para buscar su reelección.

Acabando el voto preferente los directorios de estas colectividades podrán tener algún papel relevante y los estatutos valdrán para algo más que sostener al impresor de confianza. Pregunten a los candidatos cómo les ha ido con el cumplimiento de los estatutos en sus partidos. Me cuentan.

Dos, está muy bien que les exijan a quienes quieren ser candidatos que busquen un respaldo amplio mediante la recolección de firmas. Estas son revisadas y avaladas como respaldo de un mínimo de ciudadanos para poder participar en la contienda. Exigir, además, una póliza en caso de no lograr un número mínimo de votos para cubrir una multa es ridículo. Otro de los temas que acompañan lo que un buen amigo ha decidido llamar “Absurdistán”.

Tres, el Estado concurre a financiar las campañas políticas a través de la reposición de votos. Eso permite que los candidatos puedan acceder a créditos, pedir prestado a la prima, a la mamá, al tío o al que sea. Una vez se cuentan los votos, se presentan unos documentos que avalan los gastos y el Consejo Nacional Electoral (CNE) aprueba el giro. Usualmente los partidos se quedan con un porcentaje y lo demás lo consignan a los candidatos. Pues bien, además de eso, cada año se aprueban varios miles de millones de pesos para el funcionamiento de los partidos, que incluye una amplia burocracia para pagar favores políticos. En algunos casos otrora burócratas de los partidos logran llegar al Gobierno, incluso a la Presidencia, pero lo cierto es que, si la ciudadanía no confía en los partidos y, por tanto, no está dispuesta a afiliarse y a aportar para su sostenimiento ¿Por qué tiene que hacerlo el Estado?

Suprimir el voto preferente, permitir que surjan nuevas fuerzas políticas para que compitan en la arena electoral y obligar a los partidos a responder ante sus militantes, para que estos a su vez quieran aportar para su sostenimiento; puede ayudar en algo.

Yo sigo siendo militante de un partido político. A la fecha nunca me han invitado a hacer un aporte, que afortunadamente podría hacer. A lo que sí me invitan seguido, es a cocteles y homenajes que pagamos todos los colombianos con nuestros impuestos y otros recursos.