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lunes, 20 de enero de 2020

La industria del cannabis está de moda a nivel global. Los emprendedores buscan terrenos fértiles para producir al menor costo posible, con condiciones climáticas favorables y con un suelo adecuado. Todas estas condiciones se encuentran presentes en Colombia; el lugar (aparentemente) privilegiado para cultivar.

El país es atractivo por su ubicación: cerca a la línea ecuatorial, no tiene estaciones y cuenta con suficiente sol y lluvia durante todo el año. No es necesario tener cultivos hidropónicos con iluminación artificial durante el invierno, ni onerosos sistemas de irrigación durante época de sequía. Adicionalmente, la tierra y la mano de obra resultan baratas para los inversionistas foráneos.

Sin embargo, tanto el emprendedor colombiano, como el inversionista extranjero, deben superar dos obstáculos que están marchitando los beneficios de este atractivo negocio. Primero están los permisos y licencias. La regulación parece no tener rumbo. El diseño original incluía una multiplicidad de agencias estatales encargadas, cada una, de un pequeño pedazo del rompecabezas de licencias.

El decreto 2106 de 2019 trasladó, del Ministerio de Salud al Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima), la expedición de licencias de fabricación de derivados del cannabis.
Aparentemente, este cambio traerá mayor agilidad al proceso, pero no soluciona la fragmentación y las demoras causadas por la multiplicidad de actores y trámites involucrados.

El segundo problema parece mayor. El sistema bancario local no puede abrazar cómodamente esta industria, según señalan, por temor a que el sistema financiero internacional les cierre las puertas. Si bien la industria del cannabis ha sido legalizada en algunos estados de los Estados Unidos, otros no han expedido legislación en ese sentido. Algunos sectores de la banca local han manifestado que esto puede hacerles perder alianzas en el mercado de dólares.

La solución al problema de la legalización en Estados Unidos está fuera de nuestro alcance. La esperanza radica en algunos bancos locales que han manifestado estar en capacidad de ofrecer líneas para la industria. Más aún, la financiación no debe pasar exclusivamente por el sistema bancario.
Si bien el mercado de capitales local no es muy grande, existen alternativas prometedoras como fondos de inversión colectiva, financiación colaborativa, e incluso medios de consecución de capital en el exterior. A pesar de las dificultades locales, hay empresas valientes que buscan listarse en bolsas foráneas, donde los mercados son más maduros y hay mayor liquidez para las productoras locales con miras a una posible exportación posterior.

Es necesario que tanto el gobierno como la industria local encuentren su rumbo para inyectar los recursos necesarios a esta prometedora industria. Sin embargo, el tiempo pasa y los inversionistas pierden apetito. Un ETF que sigue las acciones de algunas empresas de la industria perdió 1/3 de su valor durante el 2019.

Otro ejemplo alarmante puede ser el de las acciones de una compañía americana llamada iAnthus. Estas perdieron, a diciembre del año pasado, 80% de su valor total del mercado, después de haber crecido a un ritmo de 150% en marzo del mismo año.

CEs necesario aprovechar la fiebre del cannabis rápidamente, simplificando trámites innecesarios y abriendo mecanismos ingeniosos de financiación. De lo contrario quedaremos relegados a la tribuna, mientras otros aprovechan los frutos de la planta de las hojas de oro.