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miércoles, 1 de julio de 2015

Las empresas enfrentan escasez de recursos y materias primas, cambios en hábitos de consumo de las personas, entornos regulatorios más exigentes, mayor atención de la población sobre la “legitimidad social” de sus acciones, entre otros. La sociedad por su parte, vive cambios en los ecosistemas que la rodean, enfrenta fenómenos de movilidad social, se ve influenciada por nuevas tecnologías, y reacciona ante los impactos positivos o negativos de las actividades económicas.

En este contexto, llevar a cabo un diálogo y relacionamiento activo entre empresa y sociedad resulta vital para compatibilizar las visiones que poseen estos actores en materias que son de mutuo interés. Generar una lógica de beneficio para resolver estas materias, logrando desarrollar un interés fidedigno de las partes en la búsqueda de un valor común, es la clave para un desarrollo sustentable.

Es por esto que las empresas ahora son más conscientes del  valor primordial de la sociedad  y  el compromiso intrínseco que tienen por apoyar el crecimiento y el desarrollo de la misma en un país como Colombia.

Las empresas, además de ser una célula económica, son  una célula social, pues está formada por personas y para personas. Está insertada en la sociedad a la que sirve y no puede permanecer ajena a ella. La sociedad le proporciona la paz, el orden y el poder público; la fuerza de trabajo y el mercado de consumidores; la educación de sus obreros, técnicos y directivos; los medios de comunicación y la llamada infraestructura económica.

Las organizaciones reciben  mucho de la sociedad y existe entre ambas una interdependencia inevitable. Por eso no puede decirse que las finalidades económicas de la empresa estén por encima de sus finalidades sociales. Ambas están también indisolublemente ligadas entre sí y se debe tratar de alcanzar unas, sin detrimento o aplazamiento de las otras. Así pues, una adecuada concepción de lo que es una empresa exige ampliar el concepto de la misma para incluir en él los aspectos que se encuentran más allá del legítimo fin económico.

Para hacer frente a estos desafíos, es necesario que estas logren trabajar con una visión sistémica (más allá de su cadena de valor) y poner la sostenibilidad al centro del negocio y de la estrategia. Un factor clave es el desarrollo de un modelo de gestión y prácticas organizacionales que solucionen la paradoja de gestionar ante exigencias de resultados de corto plazo frente al desarrollo de largo plazo.

Para esto se requiere complementar los indicadores y sistemas tradicionales de medición del desempeño del negocio con nuevos estándares reconocibles que consideren el retorno social y el impacto ambiental de las actividades productivas, además de los factores económicos. En suma, desarrollar una organización con valores, nuevos estilos de liderazgos, capacidad de adaptación, diálogo, de trabajar en red, mirada de largo plazo, de compartir múltiples miradas y establecer relaciones, para resolver desafíos cada vez más complejos de negocio.

En tanto, para la sociedad el desafío recae en buscar puntos en común y ver las empresas como aliados para inspirar, movilizar y lograr un desarrollo superior. 

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