¿El fin de la era de los combustibles fósiles?

Además, el Acuerdo permitirá una redistribución de la canasta energética con una mayor participación de fuentes no convencionales de energía, tendencia a la cual tendrá que adaptarse el mercado colombiano en los años próximos.
Colombia no es ajena al dilema existente entre un modelo de desarrollo basado en la promoción de industrias extractivas y las inminentes necesidades de protección climática.
En particular, por tratarse de una economía en vías desarrollo, el país constituye un claro ejemplo de las dificultades que la implementación de los ambiciosos objetivos del Acuerdo de París pueden representar a nivel local, conforme a los cuales hacer frente a un compromiso unilateral y no condicionado de reducción del 20% de sus emisiones para el 2030. Esto, en especial si se tiene en cuenta que Colombia únicamente representa 0,46% de las emisiones mundiales de gases efecto invernadero, según cifras del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible para el año 2010.
Si bien una promoción de la participación de energías renovables supone el fomento de un desarrollo ambientalmente amigable ajeno al consumo de combustibles fósiles, es preciso no olvidar que el desarrollo económico colombiano en los últimos años se ha visto influenciado de manera directa por proyectos de producción minera y petrolera. También recordemos que un porcentaje significativo de los ingresos nacionales corresponden a regalías y gravámenes impuestos a las industrias extractivas, recursos con los cuales se financian políticas de desarrollo y crecimiento para el país.
Es por esto que Colombia debe estructurar una arquitectura legislativa en la cual se impulsen de manera equilibrada energías convencionales y no convencionales en la participación energética nacional (aspecto reconocido en el Decreto 298 de 2016 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible) si quiere alcanzar un efectivo desarrollo sostenible en el cual se promueva un bienestar social y se eviten catástrofes energéticas y ambientales.
Por lo mismo, demonizar sin más cualquier intento de industria extractiva, implica un desconocimiento de la estructura más básica del desarrollo sostenible.
En conclusión, en adición al proceso de inclusión exponencial de energías renovables en el mercado colombiano, las aspiraciones de desarrollo también deberán tener en cuenta la influencia histórica preponderante de las industrias extractivas en el país, asunto que de manera implícita se reconoce tanto en el Acuerdo de París como en la Convención Marco de Cambio Climático.
Conforme a estos dos instrumentos internacionales, el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas permite a países en vías de desarrollo matizar sus objetivos de responsabilidad climática atendiendo a sus capacidades específicas.
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