Evaluación a los 100 primeros días de la capital

En el caso de Enrique Peñalosa, los anuncios vibrantes fueron muchos a causa de una estrategia electoral orientada a embarcar todo el espectro político en función al antipetrismo, estrategia que terminó obligando a prometer muchos cambios (seguridad, movilidad, pero continuidad en la política social, etc.), que la actual coyuntura presupuestal difícilmente permitirá cumplir.
Un primer elemento que emerge claramente es la continuidad con la administración Petro en la modalidad de comunicación, basada en una actitud de confrontación y en la frustración hacia las mediaciones entre intereses contrapuestos. Se trata de una manera de auto-celebrar la propia capacidad de tomar decisiones y el propio liderazgo, con un matiz caudillista y siendo Twitter la principal arma.
El Distrito Capital tiene más de diez millones de personas y Colombia no es un sistema confederal; así que sería bueno reconocer que habrá muchos conflictos y que los compromisos y mediaciones serán inevitables; quizás poniendo a sufrir el orgullo, pero haciendo que se beneficien los ciudadanos.
El equipo escogido muestra un panorama en claroscuro. Hay, seguramente, personas muy competentes, pero los múltiples conflictos de interés señalados por la prensa en temas como los de movilidad, educación y planeación terminan generando muchas sospechas sobre las directrices que se vayan a tomar.
Tal vez estos problemas sean sencillamente un reflejo de la imperante ideología anti-weberiana, que considera ineptos todos los funcionarios públicos y una bendición cualquier experiencia en el sector privado (ya van dos crisis financieras en el mundo por estas puertas rotatorias); a la espera de ver las decisiones que se tomarán en las materias calientes, seguramente las declaraciones del mismo alcalde sobre el tema de la propiedad en la reserva forestal Thomas van der Hammen no han calmado el ambiente.
Respecto al tema de movilidad, la resistencia contra el metro y la decisión de revisar el plan ya aprobado y en parte financiado representan claramente un error.
Ninguna capital de cierto tamaño puede lograr ser funcional sin metro, y la insistencia en equipararlo al Transmilenio va en contra de cualquier evidencia empírica.
También está completamente equivocada la postura law & order sobre el espacio público. Bogotá tiene un problema de segregación muy fuerte y la barrera Norte-Sur es una bomba de tiempo.
Tratar el problema de la prostitución o de los ambulantes como si fuera una cuestión de orden público es demagogia: es obvio que estos trabajadores no logran recalificarse en otros sectores y terminan engrosando las filas de los que ocupan espacios donde los habitantes se quejan menos.
En otras palabras, equivale a pensar que el sur de la ciudad sea un hueco donde esconder problemas, cruzando los dedos para que les toque solucionarlos, cuando estallen, a los futuros administradores de la ciudad.
Sobre el tema de seguridad hay que reconocer que se seleccionó a una de las personas más competentes (Daniel Mejía); sin embargo, es inútil esconder que la supuesta emergencia es en parte un efecto del amarillismo de la prensa, producto de la guerra entre el ex alcalde Gustavo Petro y medios (véase la primera recomendación).
Para cerrar, en relación al caso ETB: se trata de una empresa que ha hecho inversiones importantes en una tecnología de punta, con personal formado y cuyos malos resultados se deben también a las normas contables.
Por el impacto que puede tener la privatización, lo más probable es que se arme un choque que la ciudad no necesita.
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