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lunes, 4 de marzo de 2019

Si diez meseros deciden de buenas a primeras bajar el ritmo de trabajo, haciéndolo mal, sin entregar bien las órdenes, incumpliendo sus deberes, quedarán rápidamente despedidos pues no se permitiría tal situación. El derecho del trabajo, prevé la solución a este tipo de conductas en términos legales pues estos trabajadores estarían incursos en una justa causa para ser despedidos. En este evento el empleador puede terminar el contrato de trabajo con un bajo impacto económico y si bien es inconveniente, contratará diez nuevos meseros. Al final todo deberá volver a la normalidad con los nuevos trabajadores.

Desde hace unos cinco años está haciendo carrera en algunos clubes profesionales de fútbol en Europa y Latinoamérica que los jugadores de manera deliberada bajan el rendimiento para sacar a un técnico porque es exigente, o simplemente porque a estos señoritos no les agrada la forma de ser del jefe. El caso más flagrante de esta desafortunada moda ocurrió en el Manchester United, equipo en el que se despidió al técnico por malos resultados y de manera milagrosa, con el nuevo entrenador el mismo equipo ganó algo así como ocho partidos seguidos. Incómoda la historia en la que unos jugadores que le hacen cajón al técnico; incomoda más que estos jugadores que deciden jugar mal, sigan recibiendo millonadas de salarios.

Alguna vez lo comenté en esta columna con algo de sorna, pero parece que empieza a ser cierto. En el estado actual de transferencias el jugador profesional es la parte fuerte del contrato de trabajo, no se le puede despedir sin sufrir consecuencias deportivas y económicas importantes, trabaja poco y recibe salarios exorbitantes. Lo más curioso es que puede recibir y en muchos casos de hecho lo recibe, salarios mayores a los de sus superiores jerárquicos con los problemas que esto trae en temas de subordinación y disciplina.

La solución en un equipo de fútbol no es la misma que la del restaurante y al final, se opta por despedir al jefe; situación absurda al menos desde el derecho laboral aplicable en todas las actividades productivas (menos el fútbol). El sistema de transferencias implementado por Fifa da a los jugadores activos de un club un valor altísimo que impide despedirlos sin que los estados financieros del equipo se vean afectados. Es por esto que bajar el ritmo, desobedecer a los empleadores (director técnico), incumplir horarios o cualquiera otra orden no implica el despido del jugador. No porque el club no pueda, sino porque los costos serían enormes; adicionalmente porque tampoco puede reemplazar al jugador indisciplinado por otro pues solo se pueden contratar jugadores en períodos específicos.

Afrontar estos problemas no es fácil. Despedir al técnico puede representar una indemnización muy alta de veinte millones de euros; el despido de un jugador mediocre más del doble por lo que no hay discusión a la hora de tomar una decisión. Cinco jugadores o a veces uno solo que desafíen la autoridad del técnico, fácilmente pueden acabar con el trabajo de su “míster”. Además porque de acoso laboral en el fútbol, no se habla.

Las normas del trabajo ofrecen algunas herramientas económicas para esta situación, pactar salario variable por objetivos puede ayudar a evitar que los jugadores de manera deliberada desmejoren su rendimiento y sigan recibiendo la misma remuneración, es complejo de diseñar y negociar, pero permitiría que los jugadores remolones reciban menos dinero cuando bajan el rendimiento.