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lunes, 12 de marzo de 2018

Como todos los años el domingo hizo ocho días se celebró la gala de entrega de los premios Oscar para las mejores películas y obras relacionadas con la industria cinematográfica en Estados Unidos, un termómetro de la industria del entretenimiento a nivel mundial por lo que representa Hollywood para el cine. Si bien en las facultades de derecho americanas no se separa el Deporte del Entretenimiento, (se habla siempre de Sport & Entertainment) pues sus dinámicas jurídicas en muchos aspectos son similares fuera de Estados Unidos van totalmente separadas, no es ese el tema de esta columna, sin embrago hay que indicar que dos de los premios fueron entregados en razón del deporte.

Ya hablé del documental Ícaro que ganó el Oscar al mejor documental, con varios aspectos destacables; el primero es que se trata de deporte, o de como ensucian el deporte. Ícaro es una historia que tiene dos partes, la primera en la que se relata cómo es relativamente sencillo consumir sustancias prohibidas que pueden llegar a mejorar el rendimiento. En esta parte, el narrador, Bryan Fogel, indica como luego de una gran carrera amateur de ciclismo por los mismos premios de montaña que cruzan los ciclistas en el Tour de France, decide doparse con “lo mejor de lo mejor” para intentar mejorar al siguiente año su actuación, para esto recurre al jefe de laboratorio de control al dopaje de Moscú quien de manera metódica y cuidadosa lo acompaña en este proceso. Al año siguiente, con el mismo entrenamiento y una buena carga de sustancias este señor logra un resultado mucho más malo que el que logró sin consumir nada prohibido. En conclusión, un deportista malo que consume sustancias prohibidas es implemente eso, un deportista malo. Nadie ha ganado solo con EPO, o salbutamol o cualquiera otra sustancia. Se gana entrenando mucho y con cualidades excepcionales.

La segunda parte, mucho más compleja narra con detalle cómo la agencia rusa de control al dopaje manipula el laboratorio acreditado por la Agencia Mundial al Dopaje, con ayuda de la policía secreta logra abrir frascos que han recogido muestras de orina de deportistas que han consumido sustancias prohibidas, cambia las muestras y evade así los controles al dopaje que en teoría son seguros y confiables. De esta manera infinidad de deportistas rusos (más de mil según el comité olímpico internacional) lograron escapar a los controles y evitar penas cada vez más largas.

Es impresionante como un científico de élite, experto en temas de dopaje narra la forma en la que se hizo todo esto, Grigory Rodchenkov, como principal responsable del control al dopaje en Rusia y en los juegos olímpicos de Sochi cuenta en primera persona con lujo de detalles esta operación. El señor Rodchenkov se encuentra en lugar seguro y protegido por las autoridades americanas pues se teme por su vida.

En la entrega, se indicó que este es un triunfo de la verdad, y sí que lo es, la supuestamente limpia y sabia Wada no es más que una reunión de personas, muchas muy competentes y honradas, otras no tanto, que colaboran con federaciones y naciones para conducir el control al dopaje de manera política y poco clara. Sería bueno que los directivos del Wada miraran el documental con mente abierta y corrigieran todo lo que allí se narra.

El segundo premio deportivo es el corto Dear Basketball, un homenaje de una de las más grandes estrellas de este deporte Kobe Bryan a su práctica. Y también una muestra para todos los deportistas que después del retiro se pueden hacer muchas cosas interesantes.