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lunes, 22 de octubre de 2018

Con mi esposa Juanita González, laboralista pura, discutimos ampliamente la situación de Dayro Moreno luego de lo ocurrido hace dos semanas. No entraré a comentar en detalle los hechos protagonizados por el jugador, sino algunas conclusiones que deja la situación laboral y deportiva del asunto. En este caso hay temas jurídicos, deportivos, laborales y éticos.

Antes que nada, Atlético Nacional ha mandado un mensaje alto y claro, no se trata solo de un simple equipo de fútbol, se trata de una empresa, que además lleva la imagen de una organización que, como tal, tiene un compromiso con sus clientes, con la afición, los hinchas para quienes es importante no solo parecer correctos sino serlo. La conducta reiterada del jugador no tiene cabida en el equipo a pesar de sus calidades deportivas.

No se puede olvidar que, como empleador, el club tiene un deber de mantener la disciplina en el trabajo y en este caso en dos ámbitos, el laboral y el disciplinario deportivo. Asumir fechas de suspensión y tarjetas varias, así como tolerar el comportamiento altanero sumado a una actitud individual poco colaborativa con grave daño del clima del equipo, sin duda, era motivo suficiente para tomar medidas y sancionar con amonestaciones. Pero cuando el trabajador Dayro desatendió de manera reiterada y grave sus obligaciones en la cancha, públicamente, con los colores y patrocinadores en la camiseta en clara provocación a un compañero de trabajo, quedó claro que con su conducta incumplió sus obligaciones con el club; y dichos hechos, son lo suficientemente graves como para terminar con justa causa el contrato.

Esta decisión, legítima sin duda, tiene varios aspectos complejos desde el punto de vista del derecho deportivo. Debemos recordar que el jugador llegó al club en préstamo, operación que implica dos contratos de trabajo uno en desarrollo y uno suspendido, un convenio deportivo, varias contingencias para ambos clubes y por supuesto para el jugador. El mayor problema se presenta cuando el nuevo equipo, el que recibe al jugador en préstamo, termina antes del tiempo pactado el contrato y por ende préstamo, con justa causa.

Hay implicaciones deportivas para jugador y club que lo recibe pues el primero no lo puede reemplazar y para el deportista, quien no puede conseguir nuevo club, ni siquiera su club de origen, pues en este momento los periodos de inscripción están cerrados cuando la terminación anticipada sucede, en este caso México y Colombia no pueden inscribir nuevos jugadores. También hay implicaciones económicas para club de origen que deberá cancelar salarios o puede inclusive llegar a perder el jugador; y para el club que recibe que, deberá asumir alguna penalidad pactada en el convenio deportivo. Finalmente, las contingencias jurídicas, todas las emanadas de incumplimientos de contratos y convenios, que serán reclamados como perjuicios por todas las partes.

Cerremos con un ejemplo bueno. Una operación similar a la de Dayro, fue o es, el préstamo de James Rodríguez del Real Madrid al Bayer de Munich. Acá todos ganaron, se solucionó una relación complicada en Madrid y en Alemania se hicieron a un excelente jugador, los clubes ganaron uno algo de dinero y otro a James; y el jugador continuo su carrera en otro grandísimo equipo aportando como persona y deportista.

A veces es mejor asumir las contingencias, para que prevalezca, como dice el título de la presente columna, lo correcto.