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jueves, 6 de agosto de 2015

Desde los tiempos de “Rodrigo de no futuro”, pasando por “La vendedora de rosas”, “Las muñecas de la mafia”, “Sin tetas no hay paraíso”, hasta las desastrosas “El Capo”, y “Escobar el patrón del mal”, los colombianos y el mundo entero, han creído que Antioquia y su gente necesariamente tienen el estereotipo plasmado en esas producciones audiovisuales que justifican su accionar con el terrible y doloroso pasado delincuencial que golpeó a la sociedad medellinense en la época de los 80.

Desconociendo integralmente y con el único afán comercial de vender producciones sin importar el costo cultural y la percepción integral de Colombia en general, los escritores se han dedicado a desconocer también historias “taquilleras” que posiblemente aporten más que una operación de prótesis mamarias por 5 millones de pesos, o un sicario drogadicto que se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo.

Fernando Botero, Juan Esteban Aristizábal, Fausto, Jaime R. Echavarría, Epifanio Mejía, Mariano de Jesús Eusse Hoyos, José María Córdoba, Luis Eduardo Hoyos Montoya, Ximena Restrepo, Tomás Carrasquilla, Pedro Nel Gómez, Mariano Ospina Pérez, Rigoberto Urán, Juan Pablo Ángel y 10.000 más que se me vienen a la cabeza, parecen no haber sido suficientemente significativos para las productoras de televisión que olímpicamente repiten realizaciones en la franja de 2 a 6 de la tarde, o peor aún, compran historias hechas en Colombia con actores internacionales.

Bien lo saben en Estados Unidos, que a través de los productos audiovisuales, se capitalizan y exaltan valores culturales que generan orgullo y patriotismo y si bien suele ser exagerado que su Presidente en el cine, sea capaz de manejar un f16 y salir a dispararle a extraterrestres para salvar el mundo, también es cierto que la dignidad de su mandatario, sus instituciones y su pueblo, por percepción y a través de esos productos audiovisuales se incrustan en el inconsciente del resto de la humanidad, publicitando estratégicamente su mensaje implícito.

Colombia, un país cultural e históricamente subvalorado por nuestro propio capital humano, podría convertirse en uno de los pilares creativos de la historia de la humanidad, en dónde claramente ya cumple un papel importante por su música, sus creaciones, sus inventos e incluso esas reprochables novelas que si tuvieran tendencia a exaltar los valores y no a registrar realidades aisladas, podrían llegar a “viralizar” y enriquecer a pasos agigantados nuestra imagen.

Recientemente vimos una buena y correcta publicidad política pagada con la nueva versión de “la tierra del olvido”, una producción que en 5 minutos exalta los valores de nuestra patria, catapulta a artistas de todos los géneros, promociona nuestros paisajes y “por debajo de cuerda” brinda un sentimiento de orgullo que posiblemente pone 1 ó 2 puntos de aceptación en las encuestas para el actual Gobierno. ¡Así sea con ese fin, eso es lo que necesitamos!