Dice bien el abogado. Sin embargo, ¿es posible pensar en firmas como Posse Herrera Ruiz, Brigard & Urrutia, Gómez-Pinzón Zuleta o la propia Philippi, Prietocarrizosa & Uría ofreciendo sus participaciones en la Bolsa?
El 21 de mayo de 2007, el estudio australiano Slater & Gordon anunció su entrada en el mercado de acciones. Con una acción de comunicación ambiciosa la firma logró la financiación necesaria para hacer una agresiva expansión en un negocio orientado al derecho de daños en el que las firmas ofrecen hacer frente al coste de procedimientos en jurisdicciones en las que resulta caro pleitear.
Pocos meses después, Emilio Cuatrecasas, fundador de la firma española que lleva su nombre, respondía durante una entrevista en el diario Expansión: “No veo ningún inconveniente para que un gran despacho español cotice en Bolsa”. ¿Era una declaración de intenciones? El tiempo demostró que no. Pero los estudios de muchas jurisdicciones llegaron a inspeccionar las alternativas especialmente con la llegada de nueva legislación que abría las puertas del capital a inversionistas no abogados. Sin embargo, la mayor parte de las firmas de abogados no necesitan acudir al mercado a buscar capital para su desarrollo, ya que son firmas intensivas en capital humano, no en capital financiero.
El propio Cuatrecasas, tres años después, señaló en una conferencia que la salida a Bolsa de un bufete supondría “la pérdida de los valores tradicionales como la cercanía, la familiaridad o la independencia”.
Por las especiales características del negocio de los abogados, no parece probable que unos socios quieran financiar su actividad con dinero de otros. Una hipotética financiación podría, además, colocar en conflicto el interés del cliente con el del inversionista. Los abogados, con su promesa de buscar lo mejor para el cliente, se podrían ver acosados por los inversionistas a la hora de aceptar o rechazar, por ejemplo, un pleito con honorarios muy cuantiosos pero que un abogado en su sano juicio no recomendaría a su defendido. Asunto difícil de contestar cuando hay que responder con resultados económicos.
Aunque parece difícil una tendencia de firmas listadas en Bolsa, sí es inevitable la profesionalización de su gestión para ser comparadas a empresas cotizables.
Existe una serie de urgencias exigentes para las firmas de abogados: institucionalización de las firmas familiares, apuesta por la comunicación, análisis riguroso de la estrategia, profesionalización del mercadeo y apuesta por atraer y retener talento.
Varias firmas latinoamericanas ya están acometiendo profundas reformas en su gestión que les permitan un despegue veloz en un mercado legal cada día más competitivo.
Quizá no se produzcan más salidas a Bolsa de estudios de abogados pero sí veremos fusiones, integraciones, escisiones, compras, cambios de nombre, crecimientos y, posiblemente, desapariciones.
Una pregunta, hipotética, queda en el aire: Si alguna vez tuviese que ser listado en Bolsa, ¿a qué estudio encargaría el asesoramiento legal de la IPO? Ese nombre que ha saltado en su mente, es su competidor.
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