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lunes, 12 de mayo de 2014

La campaña verde promovía la esperanza de que era posible derrotar a las maquinarias y hacer las cosas de manera distinta. Usted no encarnaba una transformación en el modelo económico o de desarrollo. El cambio que proponía, profesor Mockus, era en la forma cómo hacemos las cosas los colombianos. Usted nos hizo una invitación a dejar la cultura del vivo, esa que le busca la comba al palo, para construir una del respeto a la ley, las normas y los acuerdos.  

Recuerdo claramente que en compañía de otros jóvenes  recorrimos el Valle del Cauca. Para ser más exacto, visité dos veces 39 municipios de los 42 existentes (seguro usted no lo sabía) aproximadamente 5.500 kilómetros. 

En estos recorridos pudimos observar cómo, el actual candidato presidente luchaba la batalla electoral con los subsidios de familias en acción y los recursos del Estado Central, sometiendo a ciudadanos y municipios que dependen de estos para subsistir. Mientras ellos llegaban a estas zonas, para hacer campañas con los miles de millones del Estado, los verdes llegábamos con las ganas y los argumentos. Lo único que teníamos para repartir eran volantes, afiches y kits electorales. En nuestras charlas, animábamos a quienes nos apoyaban en los municipios, les decíamos que la  manera de llegar al poder sí importa, porque nos muestra el talante y la forma cómo que se va a gobernar.

Por todo lo anterior, no he dejado de seguir  estupefacto, los pasos que ha dado en estos últimos años. Primero, abandona el  Partido y a la gente que se la jugó por su propuesta en la campaña, demostrando que su proyecto antes que ser uno colectivo, es personalista y ególatra. Se aparta cobardemente cuando ve que no todos son sus acólitos y en lugar de dar la pelea para defender aquello en lo que creíamos que cree, se hace a un lado.

Segundo, no apoya y se le atraviesa a Enrique Peñalosa en su aspiración a la campaña por la Alcaldía de Bogotá, aduciendo que no se puede aceptar el apoyo de alguien que representa aquello a lo que se habían enfrentado en el 2010.  Sus posturas de hoy, nos hacen pensar que lo hizo para ayudar a su amigo Gustavo Petro a llegar al poder.

Tercero, lo que en realidad se convirtió en el motivo de esta carta: Contradiciendo los argumentos expuestos para no apoyar a Peñalosa en las elecciones a la Alcaldía de Bogotá, sale a apoyar al candidato presidente.  El del gobierno de los vivos y  los cínicos jugadores de póker. Juego en el que no gana el que tenga la mejor mano, sino el que logra aparentar que la tiene. 

Apoya el gobierno cuya cabeza sale a decir, para justificarse, que “lo de la mermelada se ha  repartido siempre”. En esto último tiene toda la razón el candidato presidente, pero no por eso deja de ser malo. Todos sabemos que la “mermelada” se usa para constreñir al elector y no para beneficiarlo. El ejemplo más claro de esto, son los niveles de pobreza de la costa Caribe, zona del país en la que más mermelada se ha untado a los barones electorales. 

Para terminar, vuelvo y pregunto, ¿Qué enseñanza nos dejan sus últimas acciones? ¿Entender que no podemos confiar en nadie que aspire al poder? ¿Aprender que no debemos hacer las cosas metidos de cabeza, con todo el entusiasmo y energía posible, porque tarde o temprano seremos defraudados? ¿Comprender, de una vez por todas, que al final siempre hay que transar los principios, para alcanzar un fin?