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jueves, 17 de enero de 2019

Un razonamiento parecido a todos los cuadernos son negros, todas las cortinas son negras, entonces todos los cuadernos son cortinas, es el que se adivina en los argumentos de la exposición de motivos y en los artículos y entrevistas radiales de algunos recién inaugurados expertos en transporte aéreo, que apoyan el proyecto de ley 211/18 -PL- con el que supuestamente se conjurarán las altas tarifas de este servicio en Colombia y se estimulará el turismo (el nuevo petróleo). Algo debe haber detrás de tan absurdo PL.

Los usuarios de transporte aéreo deben saber en primer lugar a dónde va la plata que pagan. En un artículo que publiqué en este mismo medio en junio 29 de 2017, mostré que para ese momento se adicionaban a la tarifa neta fijada por cada aerolínea, siete cargos (entre impuestos, tasas, contribuciones), que totalizaban unos USD 150 sin incluir los USD 15 del impuesto al turismo que deben pagar los que ingresan a Colombia. En el caso de ciertos destinos como San Andrés debe además tenerse en cuenta la tarjeta de turismo que para este año quedó en $109.000.

La afirmación del alto precio de los servicios solo es válida si previamente se conocen los costos de operación, pues como es obvio, nadie trabaja a pérdida. Esos costos en Colombia son altos y dependen en gran medida de variables del todo ajenas a los transportadores, como el precio del combustible, del dólar -moneda en la que se pactan los pagos de los contratos de leasing-, los derechos de aeródromo, los cánones de arrendamiento en los aeropuertos, etc… Por eso no se pueden comparar las tarifas de un país a otro.

Otro punto entre los muchos a considerar para poder afirmar con seriedad que una tarifa es alta, es el de cómo funciona cada ruta. Por ejemplo una empresa opera un servicio regular, con siete frecuencias semanales en una ruta en la que el factor promedio de ocupación es de 40% y para poder mantenerlo debe ofrecer una tarifa promedio que no cubre los costos de operación. Pero en cierta época del año, por ejemplo una feria o un carnaval, la demanda se incrementa y esa empresa tiene la posibilidad de mejorar la ocupación incluso subiendo los precios, siendo precisamente esta oportunidad la que le permite que el servicio sea regular todo el año, como les conviene a los usuarios.

No se entiende en qué medida los cielos abiertos solucionarían el supuesto problema de las tarifas altas, más aún cuando la acusación se refiere a las de servicios domésticos. No sé de ningún país que haya declarado al mundo que sus fronteras están abiertas para el ingreso a su territorio de todos los productos y servicios de todos los demás países del planeta, sin importar si en esos demás países está permitida la libre introducción de los productos y servicios del país que hiciera tal declaratoria. Que Ecuador haya declarado cielos abiertos no quiere decir que Colombia tenga que hacerlo; para esa gracia en Estados Unidos y en Europa la inversión extranjera en empresas aéreas es restringida, y en Colombia no lo es, lo que precisamente ha permitido la existencia de tantas aerolíneas 100% de capital foráneo.

Finalmente queda pendiente que nos expliquen cómo se pretende corresponder el PL que es desde cualquier mirada, más que profundamente neoliberal, entreguista, con la regulación de tarifas que en el supuesto beneficio del consumidor se propone, esquema que corresponde a un conservadurismo económico a ultranza.