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miércoles, 20 de diciembre de 2023

Tras más de 20 años asesorando activamente a empresas españolas invirtiendo en Latinoamérica, debo confesar mi sorpresa el día que recibí la llamada de un importante grupo empresarial colombiano interesado en que los asesorara para hacer una inversión relevante y especialmente mediática en España. Fue la llamada del Grupo Trinity para la adquisición de Clarel, una empresa de belleza, cuidado personal y hogar con más de 1.000 tiendas en el mercado español, 3.300 empleados y ventas anuales superiores a 300 millones de euros, lo que convertiría al Grupo Trinity en el mayor inversionista colombiano a la fecha en España, tal y como se anunció en días pasados en medios locales e internacionales.

Es verdad que algunas empresas colombianas han estructurado sus participaciones accionariales en el exterior a través de sociedades holding españolas denominadas Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros, lo que en términos estadísticos ha computado como inversión extranjera directa en España, o que en el pasado hemos visto transacciones relevantes como las del empresario colombiano Jaime Gilinski en el Banco Sabadell, la adquisición por Colombina de la empresa de dulces y confitería Fiesta, las adquisiciones por el Grupo Prisma en el sector educativo, entre otras inversiones anunciadas por empresarios colombianos en la Península Ibérica.

No obstante lo anterior, lo que llamó especialmente mi atención de dicha llamada es que esta inversión del Grupo Trinity en Clarel era la primera transacción relevante de una empresa colombiana en el marco de una nueva ola de inversiones Latinoamericanas en España, donde México le lleva una ventaja considerable al resto de países de la región y en la que Chile comienza a abrirse un espacio relevante.

Esta nueva ola ha posicionado a Latinoamérica como el cuarto mayor inversionista en España, por detrás de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Más allá de los vínculos culturales e históricos evidentes, la primera motivación del capital latinoamericano para entrar en España es tener acceso al mercado de la Unión Europea, cercano a los 450 millones de consumidores con un PIB per cápita que supera los 40.000 dólares. Adicionalmente, un número considerable de empresarios en la región se ha dado cuenta que su estrategia de internacionalización y diversificación debe ir más allá de la región en sí misma, y extenderse a jurisdicciones con mayor estabilidad institucional y seguridad jurídica. Sin perjuicio de que Estados Unidos sigue en el punto de mira de dicha estrategia de internacionalización, cabe destacar que en España las empresas y family offices latinoamericanas están encontrando precios más asequibles en activos interesantes que les permiten adquirir posiciones de control, cuando el mercado de compra europeo se ha visto particularmente afectado por las altas tasas de interés.

Desde una perspectiva jurídica resulta fundamental tener plena consciencia de las ventajas propias de los convenios suscritos con España, en particular aquellas derivadas del Convenio para evitar la doble imposición y las del Acuerdo de Protección de Inversiones, cuya versión, de nueva generación, de 2021 previsiblemente sustituirá la versión suscrita en 2005. De la misma manera, se deberá considerar la normativa española en materia de control de inversiones, sustancialmente más restrictiva que la Colombiana, la cual dispone la necesidad de obtener autorización administrativa previa para una serie de inversiones extranjeras directas en España que se considera que afectan al orden público, la seguridad pública o a la salud pública, si se consiguen participaciones superiores al 10% de una sociedad española y se dan determinados supuestos en la inversión, tanto por la identidad del inversionista como por el sector en el que se invierte, en particular si afectan infraestructuras o tecnologías críticas, suministro de insumos fundamentales, empresas con acceso a información sensible y medios de comunicación.

Lo que resulta claro es que el capital colombiano está listo para cruzar el Atlántico y hacer inversiones de gran calado, lo que definitivamente fortalecerá nuestro tejido empresarial y las capacidades de aquellas empresas que se vean beneficiadas con estrategias sólidas de internacionalización en esta nueva ola que va en la dirección contraria a la que estábamos acostumbrados a ver en las últimas décadas.