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sábado, 27 de julio de 2013

Seis años. Miles de millones de pesos. Y un chorro de babas. Ese es el balance del informe sobre verdad histórica que esta semana entregó ese grupo de académicos al país.

Tuvo gran despliegue en los medios pero se pregunta uno, ¿cuántos de los que hablaron, escribieron u opinaron se lo leyeron? Si se lo hubieran leído habrían entregado a los lectores oyentes o televidentes una información más objetiva que señalara los vacíos, las generalizaciones y los sesgos en los que incurre este informe. 
 
Claro, eso esperar demasiado de una prensa y unos periodistas ya acostumbrados a tragar entero. 
 
En una columna de tan solo 550 palabras es imposible señalar todos los problemas de este informe pero para abrir el debate si se pueden señalar las principales falencias y vacíos de lo que hoy se puede considerar una oportunidad perdida. 
 
Empecemos por el sesgo. En una búsqueda de palabras la de Estado aparece 50 veces por cada vez que aparece la palabra guerrilla. No es sólo un tema semántico, esta cifra muestra el gran defecto que tiene el informe: ideologización. Sólo de está manera se explican vacíos imperdonables en el informe. 
 
El principal vacío tiene que ver con la dimensión internacional de la violencia. La influencia de la guerra fría, el papel de Cuba y ahora el de Venezuela son tres omisiones que los investigadores tendrían que explicar. 
 
Al pasar por encima de este tema el informe no explica el incómodo papel del partido comunista colombiano en la violencia nacional. No tienen, además, los investigadores que explicar otra incomodidad ideológica: la combinación de las formas de lucha. De esta manera obvian hablar del secretariado alterno, de la infiltración de organizaciones sociales, políticas y académicas y quizás lo mas relevante para explicar el hoy, la estructura ideológica totalitaria de las Farc que viene desde su formación como guerrilla prosoviética en los años 60. 
 
Otro elemento inexplicable por su ausencia es el del narcotráfico en todas sus dimensiones. Claro eso genera otra incomodidad: explicar como una parte de la muerte de los militantes de la UP se debe a retaliaciones por negocios torcidos de la Farc, del mono Jojoy entonces comandante del frente 14, con narcos como Gonzalo Rodríguez Gacha o Leonidas Vargas en el Caquetá. 
 
Lo del paramilitarismo es otra ineceptable sobre simplificación del informe. Se les olvida que si bien el papá del paramilitarismo es el Estado por su ausencia en grandes regiones e incapacidad de proteger a los ciudadanos, la madre son las Farc con sus secuestros y su violencia rural. Como olvidar que el MAS (Muerte a Secuestradores) creado por los narcos ante el secuestro por parte del M-19 de Marta Nieves Ochoa es el origen del paramilitarismo moderno. Estos son solo tres ejemplos de las falencias del informe. Para no hablar del lío metodológico en materia de cifras que no aguanta un análisis de pares serio. Lo triste, de todas maneras, es que frente a semejante reto, el de la verdad histórica, se haya recurrido al panfleto que es lo que queda cuando se simplifica la realidad y se mira desde un prisma ideológico. 
 
Este informe es la versión de un sector de la sociedad sobre la violencia. Ese es su error. Les quedó grande la autonomía intelectual o peor aún, como dicen en el informe sobre las élites colombianas, la democracía.