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sábado, 22 de enero de 2022

El impacto que ha tenido la pandemia del COVID-19, en la economía de los países ha llevado a que organizaciones internacionales como el Foro Económico Mundial, la OMC y la OMS plantearan la necesidad de construir un modelo económico y social más equitativo.

En ese empeño, la semana pasada, diversos lideres empresariales y gubernamentales se reunieron, de forma virtual, en la denominada “Agenda de Davos” organizada por el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), para abordar y debatir distintas propuestas encaminadas a hacer frente a la pandemia y promover medidas de recuperación económica.

En el discurso que dio el presidente de China Xi Jinping, en esa agenda, manifestó que, pese a que el mundo ha dejado atrás lo peor de la crisis sanitaria y económica, todavía existen algunos riesgos que la amenazan, como, por ejemplo, el incremento de los precios de las materias primas, lo cual, lleva a aumentar “las incertidumbres acerca de la recuperación económica”.

Según el diario español El País, Xi Jinping señaló que “si las principales economías frenan bruscamente sus políticas monetarias para hacer frente a la aceleración de la inflación, la medida podría tener graves consecuencias para los países emergentes”.

Solicitó a la comunidad internacional que se oponga al proteccionismo y apueste por el multilateralismo, para lograr una verdadera integración económica.

No obstante, China pasa por alto que el mulitilateralismo supone que los países que hacen parte de ese sistema cuenten con economías que garanticen el funcionamiento de las leyes del mercado. No se puede soslayar que, transcurridos 20 años de su adhesión a la OMC, China no sólo no ha hecho el tránsito a una economía de mercado, lo que ha generado gravísimas distorsiones, malestares perjuicios a sus socios comerciales, sino que ha fortalecido su régimen totalitario y ha aprovechado los beneficios y el acceso a los mercados que le brindó la OMC, para adquirir un enorme poder geopolítico.

Lo anterior, le ha conferido enormes ventajas artificiales que la han colocado en una situación de privilegio para competir en condiciones desiguales, en detrimento de los otros países y especialmente de los países en desarrollo y de esas economías emergentes a las que se refirió Xi Jinping. A lo anterior hay que agregar, además, que la mayoría de las empresas en ese país son de propiedad del estado y gozan de todo tipo de ayudas y subsidios.

Según estadísticas de la OMC, en el año 2000, antes de su adhesión a esa organización, China era el séptimo exportador de mercancías, y sus exportaciones ascendían a 249.200 millones de dólares. Hoy, trascurridos 20 años, China se ha convertido en el principal exportador mundial (US$2,6 billones) y sus ventajas y privilegios derivados de su condición particular le han permitido acumular enormes excedentes comerciales y reservas de divisas, que utiliza en pro de sus objetivos de política nacional y exterior.

Definitivamente el modelo de China no es compatible con el de quienes conforman el sistema multilateral de comercio. Esa relación desbalanceada y desigual le ha traído enormes beneficios a China, a expensas de las ramas de producción de sus socios comerciales, especialmente de los países en desarrollo.

Por eso, como respuesta al entusiasmo de ese país ante las perspectivas de seguirse aprovechando de las ventajas de la OMC, quienes conforman el sistema multilateral debieran exigirle, al gigante asiático, el compromiso decidido de adoptar las medidas necesarias para hacer compatible su economía con el sistema que tanto jubilo le genera.