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miércoles, 5 de febrero de 2020

En los últimos años, el centro de Bogotá ha experimentado un resurgir urbanístico impensable hace unas décadas. Tomando el centro desde la calle 32 encontramos que se han levantado y/o se están levantando alrededor de 400 pisos destinados a vivienda, hoteles, oficinas, residencias estudiantiles y comercio. Esto es una cantidad considerable tratándose de un país en vía de desarrollo, que da perfecta cuenta de la capacidad económica de la capital.
Según datos de Invest in Bogotá, ésta aporta 31% del PIB total de Colombia en tanto Medellín participa con aproximadamente 5% o 6% del total del PIB. La diferencia es abrumadora (de hecho, Antioquia, incluyendo a Medellín, participa con 14%).

¿De dónde surge y se mantiene este potencial? Para algunos de la centralización del poder político fundamentalmente. Sin lugar a dudas ello incide en el asunto. Pero si se miran las cosas con más detalle, desapasionamiento y profundidad, dos razones vienen a jugar baza importante en esta realidad. En primer lugar, la educación. La capital se lleva de lejos el primer lugar en cuanto al número de colegios mejor ranqueados en el país, seguida de Cali. Y en lo tocante a educación superior, más de 100 instituciones ofrecen sus servicios en una oferta de una amplitud sin igual. Por ello, una de las razones de ese potencial de la metrópolis es la oferta de mano de obra calificada, que le permite ostentar 91% de la industria naranja del país.

Las multinacionales que tienen su sede en Bogotá (90% del total de las que operan en Colombia) no lo hacen tanto por estar cerca del Presidente de la República cuanto por la calidad y nivel educativo de la mano de obra ofrecida por la ciudad. Consecuencia de ello es un PIB per cápita de US$9.513, frente a los US$6.933 en general del país.

En segundo lugar, el espíritu abierto y no regionalista. Si algo caracteriza a Bogotá y a los “rolos” (como llaman peyorativamente en alguna que otra ciudad a todo aquel que aquí vive), es ser la ciudad de las puertas abiertas y las oportunidades para todos, con lo cual hemos creado el mercado más fuerte y grande del país (en alguna ocasión un directivo de Nutresa me comentó que Bogotá compra 50% de lo que vende el grupo en el país).

Esto ha hecho de la capital un semillero de oportunidades no solo para quienes aquí vivimos sino también para el país en general. Es un enorme mercado contribuyendo al crecimiento de las empresas y ciudades de otras regiones del país. Qué bueno que encuentren en esta ciudad ese horizonte esperanzador y optimista. De suerte pues que la capital puede ser vista como un problema o como la principal fuerza motriz de Colombia.

Lamentablemente siempre habrá desadaptados y desorientados que formulen propuestas estúpidas como la de despojar -raponearle- a Bogotá su condición de capital, o dispersar el poder Ejecutivo a lo largo y ancho del país (tanto más absurdas en un mundo interconectado por las tecnologías de la información y la comunicación). Otros quizás siguen soñando con ser federales. Pero también evidencian el reto para otras ciudades en materia de educación y espíritu cosmopolita y no regionalista.

Las dimensiones de Bogotá expresan y explican, a su vez, los retos que la ciudad tiene por delante: movilidad, seguridad, medio ambiente, robustecer aun más su economía. Un paisa me resumió sabiamente esta cuestión un día al decirme: en Medellín tenemos una milla de oro, Bogotá, en cambio, es una milla de oro.