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miércoles, 24 de noviembre de 2021

La defensa de una causa penal muy pocas veces será popular.

Tal vez aquellos que cuentan con el respaldo del público que observa son los apoderados de las víctimas, los abogados defensores, por el contrario, desde siempre debemos entender que nuestro ejercicio profesional será cuestionado, mirado con lupa y siempre controvertido y atacado, bien sea que alguien cuestione al cliente y su derecho a una defensa justa y legal, o bien porque cualquier estrategia de defensa que se use jamás será la indicada a la luz de los jueces mediáticos, de los tribunales de ciertos colegas o la magistratura popular.

La diferencia entre un buen defensor y los demás no radica en que sus clientes sean figuras públicas, en los honorarios cobrados o en los juicios ganados, radica en la fortaleza que se tenga para resistir los embates de esa impopularidad que crece cada día en medios, en saber que el derecho penal es una guerra y que en la misma los ataques podrán venir de cualquier frente y no serán sólo jurídicos, pero no hay que dejarse amedrentar ni caer en juegos inútiles.

La defensa penal implica diversas estrategias sin olvidar que la más importante es la jurídica, sin olvidar que lo procesal es tan jurídico como lo demás.

Siempre habrá algo que decir, todo el mundo puede opinar lo que quiera por los medios que tenga a la mano, sean redes sociales, sus grupos de WhatsApp, voz a voz o medios de comunicación, pero es deber de la defensa no entrar en los juegos de la opinión, sino cumplir con su mandato mediante lo mejor que sabe hacer: el uso de la ley.

El cuero duro, los colegas, la mente clara y el corazón alegre son requisitos esenciales para un penalista, entre más impopular sea para los tribunales citados, tengan la certeza que mejor está haciendo su trabajo.

Muchos hablarán sin argumentos, muchos se creerán dueños de una verdad aún no revelada y así lo gritarán a los cuatro vientos, no obstante, nosotros, abogados penalistas, nos mantendremos incólumes, pues sabremos que todo proceso tiene su momento y llegaremos hasta el final para demostrar con razones, mediante la defensa del cliente, qué tan equivocado estaba aquel que criticó desde la barrera, desde la ignorancia de su conocimiento.

Se debe aprender a que los comentarios que no valen la pena, deben resbalar, se debe saber hacer oídos sordos de aquello que no suma al proceso y a solo responder si es necesario.

Todo lo anterior hace parte de ser un abogado penalista, pero es solamente una parte mínima.

Al final del día cuando miren a sus hijos y pareja a los ojos deben tener la tranquilidad de haber hecho todo aquello que la ley permite para la defensa de su cliente, si hay aplausos bien, si no también.

El abogado penalista será popular donde realmente importa, esto es con su cliente, cumpliéndole a él. Al final del día cuando se hagan los balances el cliente dirá si se cumplió o no, así como también el mensaje que se deje a futuras generaciones, crear un precedente que pueda ayudar a otros. Jamás se debe cambiar el estilo establecido para la defensa por fuerte que sea la crítica o la tormenta.

La tranquilidad de consciencia que da la defensa hecha con pasión, encomendada con esperanza, es todo lo que prevalece, ¡nada más!

Yo me considero impopularmente popular y ¿ustedes?