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sábado, 17 de junio de 2023

En las últimas semanas, he tenido varias reuniones con ingenieros de diferentes partes del mundo. Una pregunta constante que surge de su parte es cómo pueden expresar mejor sus ideas. Debido a la complejidad de los temas, a menudo experimentan dificultades para comunicarse de manera clara en sus presentaciones y correos.

Esta es una pregunta que, en definitiva, los abogados nunca podemos dejar de hacernos. Todos los días tenemos el reto de comunicarnos de la manera más eficiente y efectiva posible. Sin embargo, en ocasiones, cometemos el error de utilizar un lenguaje más complejo de lo necesario, lo cual dificulta nuestra labor, especialmente en el litigio.

Muchos de nosotros hemos redactado escritos procesales de cientos de páginas. Si bien en algunos casos la complejidad justifica la extensión, en otros utilizamos expresiones redundantes que podríamos eliminar, incluimos citas extensas de jurisprudencia y normas que sobran, e incluso recurrimos a expresiones en latín de hace varios siglos.

Un reciente paper publicado por profesores del MIT sostiene, basándose en una investigación empírica, que los abogados escribimos de manera compleja debido a la tradición y la conveniencia. Esto se debe a la práctica común de copiar y pegar contenido de modelos de documentos que tenemos en nuestras oficinas, lo cual lleva a incluir párrafos innecesarios o irrelevantes para el caso que estamos tratando.

Por ello, los abogados, en especial los litigantes, debemos desenredar el lenguaje y pensar en los jueces, árbitros y funcionarios de la justicia que nos leen. No podemos olvidar que la congestión judicial es un verdadero problema. Según World Justice Project, en 2022 Colombia ocupó el puesto 135 entre 140 países a nivel mundial con peor congestión en su justicia civil. En este contexto, nuestro desafío como abogados es contribuir a la eficiencia de la justicia comunicándonos de la mejor manera en los procesos.

Para empezar, podemos crear resúmenes ejecutivos que destaquen los puntos clave y las conclusiones del documento. También es posible emplear el legal design, que implica presentar información no solo en formato de texto, sino también utilizando gráficos, diagramas o infografías para representar datos complejos. Además, debemos esforzarnos por utilizar un lenguaje sencillo con el fin de crear documentos más claros.

Para lograrlo, el uso de la inteligencia artificial puede ser de gran ayuda para simplificar la redacción de los escritos procesales, evitando frases redundantes y complicadas.

Asimismo, podríamos incluir tablas de contenido con hipervínculos y títulos automáticos en nuestros documentos, para facilitar la navegación al interior de estos. Además, debemos evitar las citas textuales infinitas: aunque las fuentes del derecho son relevantes, podemos reducir su extensión, enfocarnos en los extractos relevantes y proporcionar enlaces para facilitar su consulta.

En cuanto a las pruebas, podemos incluir notas al pie de página con la ubicación exacta dentro del expediente de los documentos que citamos, así como indicar el minuto de la grabación de la audiencia al que nos referimos. Finalmente, al crear el cuarto de datos con documentos, podemos utilizar nombres detallados e intuitivos que permitan a cualquiera ubicarlos fácilmente.

Implementar estos cambios en nuestro lenguaje legal diario requiere un esfuerzo, pero nos beneficia a todos: al juez, a las partes, a la eficiencia del proceso y, en última instancia, a la justicia.