Agregue a sus temas de interés

Agregue a sus temas de interés Cerrar

martes, 18 de mayo de 2021

A los miedos típicos de la sociedad individualista en la que vivimos, se suman ahora -con la pandemia y los paros- otros miedos que afectan a toda la sociedad.

La llegada del capitalismo trajo consigo un aumento de la libertad individual, pero esa mayor libertad llevó, a su vez, a una exacerbación de los miedos. El miedo a la libertad, como lo llama Erich Fromm, provino del derrumbamiento de la narrativa cultural colectiva que partía de la base de que todos teníamos un destino trazado. La ola libertaria obligó al individuo a salirse de grupo y a enfrentar en soledad los retos de la vida diaria sin los amarres culturales del pasado, lo que se manifestó como el miedo a la pobreza, el miedo al compromiso, el miedo al futuro y, sobre todo, el miedo al fracaso.

La vida moderna está marcada por el afán de la productividad y por el deseo de alcanzar el éxito, que se mide en función del desempeño personal.

El hombre está sometido de forma permanente a la observación de otros individuos y el nivel de éxito depende de la valoración que hacen los demás sobre uno mismo.

Para Fromm el entorno social se transformó -más que nada- en un mercado, pues el hombre se auto-designó como un bien de consumo y ve al mundo como el escenario para calmar sus deseos.

Siguiendo esa línea, Heinz Bude plantea que la sociedad individualista y de consumo convirtió al yo en un yo de otros, lo que transformó al hombre moderno en un ser inseguro y temeroso, siempre a merced de la aceptación ajena. Vale agregar que esta situación se ha agudizado hoy en día con la expansión de las redes sociales, donde millones de usuarios exhiben a diario sus logros y opiniones, aspirando a acumular aplausos o señales de aprobación.

A los miedos propios de esta era, se suman ahora los miedos que nacen de la actual coyuntura. El regreso a la situación de pobreza de miles de colombianos que habían logrado insertarse en la clase media y la dura confrontación social que vivimos en medio de bloqueos y paros, alimenta muchos nuevos miedos como el miedo a ser privado de derechos, la aprensión a sentirse marginado de la sociedad o el temor a nunca recuperar el estatus perdido. De alguna manera, es esta una situación similar a la que se vivió en los Estados Unidos después de la dura crisis de 1929, cuando Franklin D. Roosevelt pronunció la famosa frase destinada a levantar el ánimo de sus conciudadanos “Lo único de lo que debemos tener miedo es al propio miedo”.

Como dice Bude, la forma más fácil y clara de establecer el estatus de una sociedad es conociendo la profundidad de sus miedos y en el caso nuestro creo que el balance sería crudo. Y el problema está en que los miedos se pueden traducir en agresividad y violencia, y en incapacidad para ser creativos en la generación de soluciones. Por ello, es definitivo trabajar en cómo superar los miedos y es evidente que la lucha por lograrlo debe estar basada en la reducción del individualismo y la reconstrucción de una identidad colectiva, que nos facilite el reconocimiento de los problemas centrales que subsisten y la fijación de una agenda común que se centre en perseguir los fines más fundamentales de la nación.

En una columna anterior hablaba de la importancia de celebrar un nuevo pacto social para recuperar consensos estructurales. Tal vez ese también es el camino para luchar contra nuestros miedos.