Hieden las declaraciones del señor Héctor Zambrano. Sirvan para confirmar que todos los niveles de la administración distrital estaban subidos en el carrusel y reconfirman que los dueños de la maquinaria y los caballitos son los hermanos Moreno. Iván ponía a funcionar el tiovivo y Samuel cobraba a la salida.
La precisión del relato y los pormenores del manejo físico del dinero, la intriga, la forma de producir los mensajes y todos los demás protocolos establecidos para robarse el distrito producen náuseas.
Zambrano confirma, como si no lo supiéramos ya, que los políticos colombianos funcionan con la sangre fría de las mafias; con la única diferencia de que no ponen las armas sobre la mesa cada vez que se reúnen y que lo hacen a la luz del día y no con la complicidad de la noche como los narcos o los paras.
Los gobernantes del distrito y todos sus satélites se reúnen en los salones de té y dejan sus escoltas parqueados en las aceras para que en un típico gesto mafioso todos sepamos que ahí están ellos, repartiéndose a manos llenas todas las marranas.
Todos siguen el mismo libreto, de negar con vehemencia la primera imputación. Antes de pasar por la Fiscalía van a los medios con el portafolio de estadísticas de su gestión a la mano. Acto seguido reclaman que para tomar posesión entregaron la declaración de renta y se muestran retadores y altivos.
Luego van a la primera versión ante los fiscales, y como los roedores salen por las puertas traseras en silencio. Desaparecen por un tiempo y días después se sabe, como si tuviéramos que agradecerles, que han decidido colaborar con la justicia.
Así, que se recuerde para sólo dar los ejemplos más recientes, Inocencio, Hipólito, Tapias, Gómez, Rojas Birry, Moralesrussi, o como se escriba. Para la muestra, no es sino ver las reacciones de otros salpicados por Zambrano como Mejía Báez, Jorge Salamanca o Wilson Duarte, tres concejales que estaban cerca del ventilador y que se han apresurado a decir que nunca recibieron un peso partido por la mitad y que esas son persecuciones políticas y jugadas judiciales de un delincuente en procura de beneficios. Amanecerá y veremos. En este país si hay 3 políticos limpios, no hay 4.
Zambrano refiere que algunos miembros del gabinete sí alcanzaron a tratar el tema entre ellos porque les parecía que Iván tenía mucha injerencia en las decisiones de la Alcaldía Mayor y requería mucha información puntual. Lo que calla es que esas charlas reflejaban la preocupación de esos funcionarios porque se hacía necesario repartir entre más y así cualquier contabilidad se descuadra.
Y pasa al ataque sin ningún rubor, como cuando dice que por culpa del concejal Camacho Casado se frustraron importantes recursos para la salud cuando éste se negó a aprobar el presupuesto argumentando la ausencia de Zambrano en el Concejo, cuando en realidad lo hacía para sentar su protesta ante la administración del carrusel porque no se le había reconocido una coima de 500 millones de pesos.
Como quien dice, la culpa de la postración del sector salud no es de la desfachatada robadera de sus recursos, patrocinada, impulsada y favorecida desde el Palacio Liévano, sino del concejal que frustró la aprobación del presupuesto porque no se le había cumplido con sus 500 pesitos.
Puesta la mano en el corazón, qué podía esperarse -lo digo con profunda convicción- de un individuo que fue funcionario estrella de la administración de Luis Eduardo Garzón y luego de la de Samuel Moreno.
Vienen preguntas sueltas, inocentes además, como si fue que a Zambrano lo corrompió Samuel o si tenía sus mañas desde chiquito y, claro, si sobre ese pasado reciente tiene algo que contar.
No es fácil entender que siendo tan malos como son los Moreno, ellos sí desde chiquitos, fueron los que instalaron la corrupción en el distrito.
Falta saber también si en ese miasma de corrupción instalado en todas las oficinas del distrito es posible que hubiera funcionarios que puedan decir, hoy por hoy, que estas atrocidades sucedían a sus espaldas.
Y la frase no es gratuita. Lo de suceder cosas a las espaldas de las personas viene como anillo al dedo, sabido como es que Moreno y buena parte de su combo eran vistos con la más alta complacencia por el expresidente Samper, quien veía en el exalcalde un fuerte candidato a la presidencia.
La última pregunta que se hace forzosa es: ¿dónde estaba ese otro prohombre de la administración Moreno, Yuri Chillán, cuando todo esto sucedía?
Esa es la suerte de este país inviable, que si en la guerrilla tiene una desgracia, en los políticos una tragedia.
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