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jueves, 29 de agosto de 2019

Nos encontramos inmersos en la Era Digital y de la trasformación tecnológica, donde la información es pieza clave para el funcionamiento de todas las organizaciones empresariales con independencia de su tamaño y sector económico.

Así pues, los datos se han convertido en un comodity, y de su análisis es posible extraer información invaluable para establecer estrategias de mercadeo, determinar qué elementos pueden afectar positiva o negativamente una decisión empresarial, identificar ventajas competitivas al conocer a través de los denominados puntos de contacto los gustos, necesidades, capacidades e inclusive la disposición que tienen los consumidores de bienes o servicios, así como lograr el entendimiento y segmentación de clientes o la optimización de procesos de negocio. En este escenario, el Big Data adquiere relevancia por ser el conjunto de tecnologías que a través de algoritmos permite a las empresas analizar cantidades masivas de información.

Esta nueva realidad genera retos en todos los niveles ya que no se trata únicamente de que los titulares y receptores de la información entiendan la naturaleza de los datos o los derechos y obligaciones que hay sobre estos. El Big Data es, además, un gran desafío para el ejercicio de la profesión jurídica.

Para empezar, vale decir que ya no es suficiente con conocer las normas, con ser un experto en técnicas de negociación o ser el más versado en la búsqueda de antecedentes jurisprudenciales para efectos de garantizar el adecuado desarrollo de las actividades encomendadas, sino de lograr un entendimiento e interiorización de los alcances del Big Data. Lo anterior, en cuanto a que la irrupción de nuevas tecnologías conduce al abogado a plantearse nuevas preguntas y a considerar sus respuestas. Como consecuencia de lo anterior, cada vez serán más comunes interrogantes como ¿quién es el propietario de los derechos de los datos?; ¿quién va tener acceso a los mismos?; ¿qué derechos otorga su titular?; ¿cómo se comunican los términos de uso?; ¿cómo se asegura la privacidad de los datos?; y ¿cuáles son las responsabilidades de quien los analiza?, teniendo en consideración que la información se obtiene desde un “like” en las redes sociales o mediante el uso de API’s (Application Programming Interface por sus siglas en ingles), que son herramientas que permiten obtener los rastros digitales necesarios para adelantar la explotación digital y obtener un valor agregado.

Todo esto genera un cambio importante en las dinámicas cliente - abogado, pues no se trata simplemente de la redacción y envío de políticas para el “correcto” manejo de la información, sino de prestar acompañamiento continuo en todos los ámbitos de la compañía, proporcionando su entendimiento y visión acerca de estos nuevos fenómenos; de tal manera que mientras el cliente aprovecha la fuerza generada por esta avalancha de información, el abogado evita que se incurra en prácticas riesgosas que puedan derivar en sanciones.

El último gran reto no puede ser otro que la integralidad en un mundo de especialidades, teniendo en cuenta que las implicaciones del Big Data van más allá del derecho a la privacidad, pues llegan a campos como la competencia y la defensa del consumidor, donde las firmas de abogados están llamadas a garantizar la implementación de soluciones integrales a las necesidades de quienes los consultan, buscando siempre que el uso de la información no transgreda los lineamientos establecidos.