¿Pero qué haces con una Coca-Cola? Hay que hacerles boicot por cerrar fábricas estando en beneficios. Este comentario, que me hizo un amigo al verme con una lata de Coca-Cola, refleja el rechazo de los ciudadanos al cierre de las plantas de la empresa en Alicante, Asturias, Palma de Mallorca y Madrid.
El boicot promovido por trabajadores afectados y sindicatos -y por algún descerebrado como Rafael Simancas- se ha extendido como la pólvora por las redes sociales, y la empresa ha comenzado a sufrir una fuerte caída de sus ventas. En Asturias -la planta de Colloto es de las que cerrará-, el boicot es masivo hasta el punto de que en algún bar se han producido disputas acerca de consumir o no esta popular bebida refrescante.
Desde el punto de vista estrictamente operativo, la reestructuración de las embotelladoras de Coca-Cola tiene toda la lógica empresarial, ya que las ventas han caído más del 8% en los dos últimos años y las once plantas del grupo trabajan a menos del 80% de su capacidad. Sin embargo, la magnitud del ajuste -el cierre de cuatro fábricas de golpe-; el atípico sistema de distribución circular que se quiere implantar; el hecho de que la empresa esté en beneficios; la extrema gravedad del índice de desempleo español; el descontento ciudadano por la situación económica; y la singularidad de una compañía que ha hecho de la felicidad y del optimismo su tarjeta de visita configuran un cóctel explosivo que amenaza con explotarles en las manos a los gestores de Coca-Cola Iberian Partners, la sociedad fruto de la fusión de todas las embotelladoras españolas.
Para azuzar aún más el fuego, en las redes sociales se recuerdan las duras críticas que Marcos de Quinto lanzó a César Alierta cuando Telefónica presentó en 2011 un ERE para reducir el 20% de su plantilla en España. El presidente de Coca-Cola de España -filial de la multinacional dueña de la marca- escribió varios tuits incendiarios censurando la decisión de Telefónica: “Aunque sea perfectamente legal, no todo vale en la vida; un poco de patriotismo, por favor, o un poco de por favor patriótico”. “Hay quienes hacen el dinero aquí con tarifas altas y lo reinvierten fuera con tarifas bajas; luego sacrifican el empleo del lugar que les da el cash”.
Ahora, Marcos de Quinto tiene que sufrir los tuits de miles de ciudadanos que no acaban de entender la reestructuración planteada -el cierre afecta a 1.253 trabajadores- por un grupo embotellador que en los seis meses desde el 1 de junio (fecha de su creación) al 30 de noviembre de 2013 ha tenido unos ingresos de 1.509 millones, con un resultado de explotación de 127 millones y unos beneficios netos de 100 millones.
La empresa explica el ajuste por causas organizativas provocadas por la integración de los siete embotelladores que ha aflorado duplicidades e ineficiencias. El nuevo embotellador único de Coca-Cola prevé ahorrar 53 millones: 26 millones por el cierre de plantas y otros 27 millones con la implantación de un sistema de logística circular que supone que la zona centro sea abastecida por las plantas de Sevilla, Valencia, Bilbao y Barcelona. Este sistema conlleva el cierre de la planta de Madrid, que es la mayor del grupo y que está situada en una de las zonas de mayor consumo.
Coca-Cola Iberian Partners también argumenta la caída de las ventas (8% en 2 años) y el trasvase del consumo hacia formatos más económicos y menos rentables para la compañía, ya que los botellines de vidrio y las latas han perdido peso frente a la botella grande de PET. Y la rentabilidad es muy distinta, porque un litro de Coca-Cola envasado en vidrio se vende por 4,7 euros, en lata 2,5 euros y en botella de plástico 0,7 euros.
Se trata de razones lógicas de optimización empresarial y de mejora de la competitividad, pero que son difíciles de entender por una sociedad deseosa de que llegue la recuperación, y agotada ya de tantos ERE y despidos masivos. Y sobre todo viniendo de una marca tan emblemática y que refleja como ninguna el concepto de felicidad. Coca-Cola creó el Instituto de la Felicidad, y ahora sus gestores tienen que ver cómo muchos españoles salen a la calle para mostrar su descontento contra una marca, que es la más valiosa del mundo. Trabajadores y sindicatos de las plantas afectadas están intentando que sus protestas lleguen a Atlanta -llevan pancartas en inglés a las manifestaciones- para que la multinacional se alarme por la pérdida de imagen de la marca y obligue a su embotellador español a replantear el ajuste.
La empresa ha intentado reducir la presión al presentar un plan laboral bastante generoso, según los expertos en temas laborales. Ofrece de partida una indemnización de 30 días -10 días más de lo que fija la ley- con 18 meses de tope y prejubilaciones a partir de los 58 años, que percibirían 70% del salario neto hasta los 63 años. Además, los empleados que acepten su recolocación en otras plantas del grupo recibirían 5.000 euros por gastos de traslado.
A pesar de las supuestas bondades del plan propuesto, empresa y sindicatos están todavía muy lejos de llegar a un acuerdo. En esta batalla, Coca-Cola va a perder parte de su ‘chispa de la vida’.
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