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miércoles, 8 de febrero de 2017

En el caso de las zonas francas se expidió finalizando el año anterior el Decreto 2147,  que con 147 artículos intenta ajustar las diferentes normas que se vienen expidiendo desde la Ley 1004/05, principal referente jurídico en el tema.

Pero más allá de la reglamentación de instrumentos específicos para estimular este sector, sigue siendo preocupante el hecho que en Colombia, de manera sistemática, no tenga un ritmo sostenido de exportaciones, cuya meta gubernamental en lo que respecta a no minero energéticos para 2018 es de US$30.000 millones, proyectados US$21.000 millones para productos y US$9.000 en servicios, meta que gremios consideran poco realista de conseguir.

El Profesor de Harvard, Ricardo Hausman, afirma que “no se ha abordado el principal obstáculo al crecimiento que enfrenta Colombia: presumiblemente, la falta de dinamismo en las exportaciones dada la caída del precio del petróleo. 

A pesar del acuerdo de libre comercio -y una depreciación del peso del 38% desde el 2014, las exportaciones a Estados Unidos no han ido a ninguna parte. En general, se han estancado, han caído en relación con el total de exportaciones y se han concentrado aún más en productos tradicionales, como petróleo, café, oro y flores”. 

En el mismo sentido se ha pronunciado el exministro y profesor de Columbia, José Antonio Ocampo, afirmando que “el lento crecimiento del comercio representa un riesgo significativo para los países latinoamericanos, que deben aumentar y diversificar significativamente sus exportaciones como parte de su estrategia de recuperación. Además, el proteccionismo de los Estados Unidos e incluso una guerra comercial son ahora posibilidades reales”. 

No se niega la importancia de un marco regulatorio claro para el desarrollo de la inversión, que a su vez debería generar en el país investigación, innovación y desarrollo. Pero hay una situación de fondo que no se ha dilucidado totalmente: ¿para que somos buenos (o en que queremos ser buenos) los colombianos para exportar?  Hay esfuerzos de empresarios en responder esta pregunta, pero si se contrasta con las estadísticas, no son suficientes.

La pregunta es muy amplia.  Uno de los factores a tener en cuenta es que se debe abordar desde lo regional, dependiendo de las ventajas que permita a cada región ser más competitiva y no necesariamente desde lo nacional, tanto en bienes como en servicios, con el común denominador que sean con valor agregado.

Como lo propuso Andrés Espinosa, se hace imperativo construir una seria agenda exportadora con visión 2030.

Mea culpa: Solo los amigos dicen la verdad, aunque duela. Gracias Dr. Juan David Barbosa por hacerme caer en cuenta de la errónea interpretación del Artículo 25 de la ley 1819 comentada en la columna pasada. 

Por respeto con mis lectores debo aclarar que, efectivamente el mencionado articulo amplió y no restringió las opciones de los Cdli, es decir sigue la gabela tributaria para las ubicadas en terminales  marítimas y se amplia para algunas fluviales.  Lapsus (brutus) por el cual ofrezco excusas.