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sábado, 6 de mayo de 2023

El reto para la industria es acelerar el avance de estas tecnologías y establecer las reglas y bases éticas de la interacción entre humanos y tecnología. Es importante no excedernos en la confianza que le damos

La Inteligencia Artificial (IA) comenzó su conceptualización a través del aprendizaje automático y las redes neuronales en las décadas de los 40 y los 50. Sin embargo, hoy está protagonizando un auge de popularidad sin precedentes.

A diario conocemos nuevas aplicaciones impulsadas por la inteligencia artificial, desde ChatGPT, dispositivos inteligentes para el hogar y otras aplicaciones para humanos digitales, todas con el objetivo de ampliar las habilidades de las personas y analizar situaciones rápidamente, proporcionar respuestas instantáneas, y resolver problemas complejos en cuestión de segundos, haciéndolos aún más ágiles que los humanos.

Ahora, ¿de dónde viene la creciente y actual popularidad de estas aplicaciones? Pues bien, hoy en día la IA es una herramienta que se ha puesto al alcance de todos, algo que nunca había ocurrido. En este sentido, estas aplicaciones, programadas para realizar tareas rutinarias, comienzan a proyectarse como herramientas muy útiles para ser utilizadas en prácticamente cualquier industria.

Con la IA ha sido posible desarrollar herramientas capaces de generar respuestas similares a las humanas y entender el contexto, así como humanos digitales cada vez más reales, capaces de hablar, moverse e interactuar con las personas y diseñados para funcionar como asistentes digitales o “clones de personas”, lo que facilitaría la atención al cliente en diversas industrias.

Y si bien, el camino con estas herramientas apenas comienza, nos muestra claramente el panorama de sus posibilidades, así como la dirección hacia la que avanza esta industria.
Por ejemplo, ChatGPT es un avance muy prometedor, pero aún está en su fase inicial y dista mucho de estar listo para su uso en escenarios críticos para las empresas.

Y si bien es una aplicación que puede gestionar una amplia gama de consultas, se ha identificado un limitante en particular: la tecnología en la que se basa, el LLM (Large Language Model), funciona como un motor estadístico que predice y genera determinadas respuestas en función de los datos con los que se le “alimenta”. Así, existe la posibilidad de que ChatGPT ofrezca información no necesariamente precisa.

Por lo tanto, el exceso de confianza puede ser una limitación a la hora de utilizar estas herramientas, ya que son un complemento, mas no un sustituto completo del juicio humano.

En términos de aplicabilidad de la IA en el sector empresarial, lo más importante que hay que tener en cuenta es implementarla de manera responsable y asegurarse de que su uso vaya conforme con la seguridad de la información y el cumplimiento normativo. Tener estos aspectos bajo control, asegurados con controles internos y directrices éticas, ayudará a las empresas a aprovechar el poder de la IA de manera responsable, sin comprometer sus estándares éticos ni quedarse atrás en el panorama empresarial.

En general, el avance de la tecnología, impulsado por la pandemia, nos ha demostrado que ahora es cada vez más fácil crear tecnologías. El reto consiste en hacerlas inteligentes, capaces de identificar entornos, interactuar con los seres humanos y dar una respuesta asertiva.

El reto para la industria es adelantarse al avance de estas tecnologías y establecer las reglas y bases éticas de la interacción entre humanos y tecnología. Es fundamental que empecemos a hablar de la normatividad que regula la manera en que implementamos la IA, así como no excedernos en la confianza que los humanos tenemos en ella.