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  • Fabio Humar J.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Me voy a basar en mis años de profesor universitario para, de las experiencias allí vistas, proponer un debate que creo que es necesario, pero que en nada se limita al ámbito estudiantil.

Es, por el contrario, una forma de ver el mundo que se ha extendido ampliamente: más derechos que deberes; sin embargo, me temo que ese desbalance lo terminará pagando alguien.

Cada vez más, los estudiantes se parapetan en sus derechos para limitar la carga académica, el volumen de lecturas propuestas por el profesor y solicitar que se morigere la exigencia académica.

Y eso es lo que veo que está pasando en casi todos los ámbitos: ¡más derechos, pero sin deberes!

Alguien me refutará que los derechos son, precisamente, los límites de los deberes; pero no: son dos cosas distintas, que coexisten, y en ningún momento hay una relación inversamente proporcional.

No hay una ecuación que proclame que a más derechos, menos deberes. ¡Todo lo contrario! A más derechos, debe - debería- haber más deberes.

Soy de la convicción de que la persona que por alguna razón goza de más privilegios, tiene más deberes.

Ejemplos sobran: los indígenas alegan derechos ancestrales y los obtiene fácilmente; rara vez se les exige un deber correlativo. Y las consultas previas, que son la máxima expresión de un exceso de derechos, con pocos a casi nulos deberes.

O, según lo vimos el jueves pasado, cuando Márquez y Santrich justificaron su “nueva guerrilla (que de nueva no tiene nada) argumentando que el Estado no honró, no cumplió, con los derechos de esa guerrilla.

¿Cuáles derechos? ¿Acaso no tenían, también, deberes, como el no matar o no dinamitar?

Es como si en el nuevo paradigma, siempre, alguien, pudiera exigir un derecho. Cualquiera, y alguien, en cualquier lado, tuviera la obligación inaplazable de cumplirlo.

Esa forma de ver el mundo, los derechos versus los deberes, creo que se ha tomado el debate actual: Los sindicatos son expresión de un derecho, pero el abusaron de él y han llevado a la quiebra a las empresas.

La libre expresión es un derecho, pero escudarse en él para calumniar no puede ser tolerado.

Incluso, en la práctica legal y judicial cotidiana, cada vez parece que es más fácil obtener por vía judicial el reconocimiento de infinidad de derechos, a la par que se está tornando imposible que se reconozcan los deberes.

Me temo que ese exceso de derechos, y no dudo de catalogarlo como exceso, está haciendo que algunos se alejen del país. Pues alguien, casi siempre el empresariado, deberá pagarla carencia de deberes.

Nuestras Cortes, tan generosa en repartir derechos, ya debería pensar en repartir e la misma proporción los deberes.

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