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  • Paola Andrea Vargas Rubio

jueves, 9 de agosto de 2018

Constante cambio de funcionarios no permite consolidar los programas

En Colombia ya es costumbre que con la llegada de un nuevo mandatario se estrenen casi todos los funcionarios públicos. Por ejemplo, el presidente Iván Duque ya anunció el nombre de cada uno de sus nuevos 16 ministros y los directores de algunas entidades públicas como el Icbf, el Dane, DNP, DPS entre otras. Pero, Duque no ha sido el único en realizar cambios totales, pues durante el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) hubo 63 cambios en el gabinete presidencial.

Las anteriores cifras ponen a Colombia entre los países con mayor porcentaje de relevo en los cargos públicos cuando llega un nuevo Gobierno.

Este cambio para la Ocde puede significar un problema, ya que favorece el ascenso de personas no cualificadas, daña la imagen de las instituciones y a su vez evita la continuidad de las políticas públicas que ya se venían llevando a cabo por funcionarios anteriores en diferentes ámbitos.

Vicente Torrijos, profesor emérito de ciencia política de la Universidad del Rosario, está en la misma vía de la visión de la Ocde, cuando dice que entre las formas de ver los problemas burocráticos están “los cambios en la nomenclatura, ya que impiden que haya una continuidad garantizada de las políticas públicas”.

Sin embargo, Torrijos dice que estos cambios “no deberían repercutir siempre y cuando exista una base burocrática que independientemente de los protagonistas continúe la gestión”.

Por su parte, para Enrique Serrano, analista internacional de la Universidad del Rosario, esto se traduce como un déficit institucional. “En un país con este problema, al terminar un gobierno e iniciar uno nuevo se presenta una crisis de confianza que obliga a una renovación casi completa del aparato administrativo estatal”. Esto no sucede según Serrano, en países como Canadá, Japón, Alemania, entre otros, donde la rotación es apenas de 0% a 5% porque cuentan con “un modelo de gestión consolidado” (ver gráfico).

En el caso de los cambios de gabinete durante el gobierno de Santos se puede decir que “abusó de las renovaciones en procura de mejorar la tendencia creciente en las encuestas a descalificarlo con unos porcentajes sumamente bajos”, explicó Torrijos. Dichas rotaciones traen consigo consecuencias para la consolidación de los proyectos que se tienen y vacíos en las decisiones que se llevan a cabo.

Según los analistas es normal que existan los cambios en la mayoría de democracias, cuando el Gobierno entrante es ideológicamente muy distinto al anterior. “Un ejemplo de ello fueron los cambios que se dieron en EE.UU. con Trump y Obama”, dijo Torrijos. Otro ejemplo de esto a nivel local es el cambio que se dio entre “la administración de Petro y la de Peñalosa en Bogotá”, añadió Serrano.

Otra de las explicaciones que se le da a esta constante rotación, según un análisis del diario Expansión, es que países más cercanos a la cultura española es donde se llevan a cambio estas renovaciones. Vale la pena rescatar que Pedro Sánchez, el nuevo Ejecutivo socialista, “ha cambiado casi al completo a los altos cargos de la Administración y las principales empresas públicas”. En el ranking que realiza la Ocde se puede resaltar países de la región como México cuya rotación no es tan grande.

LOS CONTRASTES

  • Enrique SerranoAnalista internacional de la U. del Rosario

    “Las consecuencias de los cambios son múltiples. Por ejemplo, se crean clientelas en todos los partidos para construir su propia estrategia que termina por reemplazar en su totalidad a los funcionarios”.

  • Vicente TorrijosProfesor emérito de ciencia política de la U. del Rosario

    “Cuando hay cambios repentinos en los gobiernos, la continuidad de los funcionarios e ideas que se tenían pueden sufrir alteraciones, pero no siempre se traduce como algo malo, puede ser un avance”.

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