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  • Bloomberg

miércoles, 4 de agosto de 2021

Si bien no todo es perfecto, Colombia está mucho mejor que en cualquier otro momento del último medio siglo

By: James Stavridis

Para muchos estadounidenses, el mar Caribe evoca hermosas playas, complejos turísticos agradables y aguas color turquesa. Infortunadamente, este se ha convertido en un verano muy difícil en la región, lo que muestra por qué Estados Unidos necesita prestar más atención a sus vecinos más cercanos. Ondean banderas rojas de peligro desde Cuba y Haití en el norte hasta Venezuela en el sur y Nicaragua al occidente.

Conozco bien esta parte del mundo, nací en el sur de Florida y luego lideré el Comando Sur de EE.UU. durante tres agitados años a fines de la década de 2000. La atención se centraba entonces en Colombia, que estaba amenazada por la virulenta insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Esta organización terrorista marxista, estrechamente alineada con los cárteles de la droga, casi provocó el colapso del Gobierno.

Con la ayuda del Plan Colombia, un programa de EE.UU. que proporciona cientos de millones al año en ayuda militar, diplomática y para el desarrollo, Colombia llevó a los rebeldes a la mesa de negociación y llegaron a un acuerdo en 2016.

Si bien no todo es perfecto —hay terroristas disidentes de las FARC y otras guerrillas, además de bandas criminales—, Colombia está mucho mejor que en cualquier otro momento del último medio siglo. En lugar de ser un “importador” de seguridad de EE.UU., Colombia ahora puede participar en esfuerzos más allá de sus fronteras. Para ello, puede aprovechar su asociación de dos décadas con Washington.

¿Cómo podrían cooperar en beneficio de la estabilidad en los países de la cuenca del Caribe?

Empecemos por Venezuela. Más de seis millones de refugiados venezolanos están fuera de sus fronteras, una respuesta a la pobreza, la falta de empleo, los desastres médicos, incluido el covid-19, y la represión de la dictadura del desventurado presidente Nicolás Maduro. Casi dos millones han huido a Colombia, que lucha por hacer frente a la crisis.

Como me dijo el presidente de Colombia, Iván Duque, en un evento virtual del Consejo de Relaciones Exteriores que moderé la semana pasada: “Hemos recibido mucha menos ayuda con esta población de refugiados que cualquier otro país en una situación similar”.

Según Duque, los refugiados sirios son financiados por la comunidad internacional con aproximadamente US$2.000 por persona y los sudaneses con US$1.800, pero Colombia ha recibido solo US$300 por cada venezolano dentro de su territorio.

Además, dijo que tiene inteligencia que vincula al Gobierno de Maduro con un coche bomba en una base militar en la ciudad fronteriza colombiana de Cúcuta hace un mes, así como un ataque a su helicóptero presidencial. “Es hora de acusar formalmente al régimen de Maduro como Estado patrocinador del terrorismo”, dijo, una propuesta que está ganando terreno en Washington. La larga frontera terrestre entre Venezuela y Colombia, así como las aguas del Caribe frente a sus costas, están bajo tensión.

Refugiados también huyen de Cuba y Haití debido a la agitación económica, los brotes de covid, la escasez de vacunas y la inestabilidad política. En Haití, ha habido un colapso de la autoridad civil desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio. El régimen cubano respondió a las protestas generalizadas con cientos de arrestos en represalia. Unos 10.000 migrantes de las dos islas llegaron a la costa norte de Colombia en la pequeña ciudad de Necoclí, muchos de los cuales buscan un pasaje para Centroamérica y luego para EE.UU.

Por último, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, comenzó a arrestar a líderes de la oposición (22 hasta el momento) y potenciales contendientes presidenciales (siete en total), acusándolos de traición. Esto es parte de un esfuerzo por manipular las elecciones del 7 de noviembre, lo que le daría a Ortega un cuarto mandato consecutivo y acabaría con cualquier vestigio de la democracia.

Toda esta inestabilidad se agrava por los desafíos habituales en el Caribe: tráfico de estupefacientes, actividad de pandillas, trata de personas y la inminente temporada de huracanes. Es comprensible que EE.UU. esté distraído con otros eventos globales como el manejo de una retirada militar en Afganistán, su competencia emergente con China, un resurgimiento de los casos de covid y otras dificultades. Pero unas pocas medidas de costo relativamente bajo podrían ayudar.

La creación de un plan estratégico para el sur del Caribe junto con Colombia debería ser una prioridad, y Duque dijo que tiene la esperanza de trabajar con Washington en los desafíos. El Departamento de Estado del presidente Joe Biden podría comenzar respaldando la sugerencia de Duque de declarar al régimen de Maduro patrocinador estatal del terrorismo (actualmente, solo Cuba, Corea del Norte, Irán y Siria tienen esta distinción).

En segundo lugar, EE.UU. puede ayudar a traer liderazgo político y diplomático a nivel regional a través de las oficinas de la Organización de Estados Americanos. Esto debería incluir nuevas sanciones contra regímenes antidemocráticos en Venezuela, Cuba y Nicaragua (el equipo Biden, para su mérito, ya comenzó a castigar a líderes cubanos). Como mínimo, la OEA podría abordar la situación de los refugiados venezolanos como una carga financiera colectiva, al igual que lo hace la Unión Europea en Siria, brindando un apoyo significativo a los campamentos allí.

Luego está el tráfico de drogas: EE.UU. puede atacar el lado de la oferta (apoyando la reducción del crecimiento de la coca en la cordillera andina), el tránsito y el paso (interdicciones marítimas y aéreas en el Caribe) y, sobre todo, trabajar más duro para controlar el lado de la demanda en EE.UU., el mercado que impulsa el tráfico.

Finalmente, Washington puede alinear sus esfuerzos en las relaciones bilaterales con otros actores importantes del hemisferio, en particular México (que, lamentablemente, todavía apoya a Cuba), Canadá y Brasil —una potencia latinoamericana, aunque tenga problemas internos por el manejo de la crisis del covid.

En nuestra conversación, Duque enfatizó su voluntad de colaborar con EE.UU. “No hay soluciones mágicas”, dijo. “Pero siempre estamos dispuestos a trabajar con Washington en los desafíos de la región”. La Administración Biden haría bien en aceptar su oferta.

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