
miércoles, 14 de diciembre de 2016
Ahora, arruguen esa escena. Tírenla a la caneca. Piensen en la siguiente:
Medellín. Parque Arvi. No hay extremos de ninguna mesa. Es un circulo, uno abierto para que todo el mundo entre. Se habla de negocios, pero no de beneficios para nadie. Todos hablan, sin secretos y sin mañas. Cada quien sabe de qué está hablando. De eso depende no solo su futuro sino el del resto de quienes están ahí. Son conversaciones cargadas de entusiasmo, pero también de crítica.
En el parque Arvi se oían las voces de quienes fueron callados hace mucho tiempo. Son voces libres que tuvieron la necesidad de estallar. Son las voces de jóvenes y viejos que están cansados de perpetuar los mismos negocios y los mismos modelos; que están cansados de ver a su planeta y a su sociedad deteriorarse mientras que unos pocos se siguen llenando los bolsillos irresponsablemente.
Quédense con esa imagen. Ahora, imaginen estos personajes:
Un joven mago que cree en la magia de compartir comida. Es un mago porque logra vender su comida al mismo tiempo que un niño de escasos recursos pueda compartir un refrigerio.
Una mamá que ha logrado usar la empatía para crear una red de financiamiento justo que podría amenazar el sistema bancario tal y como lo conocemos. La mamá del crowdfunding en chile. Una gigantesca compañía de chocolates que sueña con un parque de chocolate. Un parque en el que los campesinos y los niños no le teman a la guerra.
Se me agotaría el espacio que tengo para escribir si me dedicara a hablarles de todos. Creo que en todo caso ya saben de qué estoy hablando.
El encuentro latinoamericano de Sistema B, que se realizó a finales de Noviembre en Medellín, fue el sitio que reunió a todos estos personajes. Para resumir, el Sistema B representa todas las voces de las que arriba hablé. Es un movimiento que desde la academia y el emprendimiento pretende mostrar la capacidad de trasformación social que tienen las empresas con propósito. Para hacer parte del Sistema B, es necesario que los emprendedores demuestren un compromiso económico, social y ambiental.
Las empresas B hoy son sinónimo de economía sostenible, de empleadores humanos, de empresas que trabajan por el medio ambiente. Tal y como lo dirían Otto Scharmer y Katrin Kaufer, son empresas que han entendido que es necesario dar un giro en la forma de hacer negocios y concebir el mundo, que es necesario pasar de un “ego-sistema” a un “eco-sistema”.
No se trata entonces de un movimiento que apenas está surgiendo. Es un sistema consolidado, organizado, con capacidad económica y jurídica, y con presencia internacional. Con tal presencia y tal impacto que incluso legislaciones tan importantes como la de Estados Unidos e Italia ya han dado cabida a la figura de Sociedades B.
El encuentro en Medellín es prueba de que Latinoamérica no se queda atrás. Los chilenos, los colombianos, los peruanos, los argentinos, los uruguayos, también nos hemos reunido no solo porque tenemos ganas de cambiar el mundo, sino porque ya lo estamos haciendo.
Pedro de la empresa Alcahuete, colombiana, es el mago del que hablé. Josefa, de Cumplo, chilena, es la mamá. Casa Luker, la gigantesca empresa de chocolates. Todos ellos certificados como Empresas B. Como ellos, también está Crepes and Wafles, Fruandes, La 25, Natura. Queriendo ser como ellos está incluso el gigante Bancolombia. Queriendo cambiar al mundo, estábamos todos los asistentes a este evento.
Para cambiar del mundo necesitamos de los conocimientos que todos tienen. Necesitamos de empresarios, pero también de artistas, de economistas, de financieros, incluso necesitamos de abogados. Para cambiar el mundo necesitamos quererlo. Para poder cambiarlo necesitamos hacerlo desde nuestra pasión.
El próximo año de seguro que oirán más de Sistema B. Las Sociedades B en este momento están haciendo trámite en el congreso para ser reconocidas legalmente. El Sistema B actualmente está haciendo trámite para impactar el mundo.