El caso del Pereira en el fútbol colombiano no es el único; por semejante situación han desfilado Cúcuta, Deportivo Pasto, Real Cartagena y muchos otros equipos que, por imprudencia, mala gestión o simplemente por desidia, han dejado de pagar sus acreencias, en perjuicio principalmente de sus jugadores trabajadores.
La UEFA hace mucho tiempo, y las federaciones nacionales europeas o las ligas, han implementado sistemas que miran la situación financiera de los clubes con el propósito de evitar situaciones como las del Pereira.
En Europa, hay clubes que se les debe controlar porque gastan mucho más de lo que reciben por el giro ordinario del negocio: equipos con dueños poderosos que no tienen problema en inventarse contratos de patrocinio, aumentos de capital o cualquier otra argucia financiera para inyectar capital y conseguir a los mejores jugadores del mercado, lo que los alemanes han denominado doping financiero. Este control de los ricos importa para mantener una competencia medianamente equilibrada y es muy importante para que los clubes no tan poderosos no caigan en cesaciones de pagos por la imprudencia de sus dirigentes.
Un ejercicio de esa naturaleza sería muy conveniente en Colombia, donde ocurre lo que ocurrió y seguirá ocurriendo. No todos los clubes pueden contratar a los jugadores que quisieran sus técnicos, sus dirigentes o sus seguidores. Los presidentes no pueden actuar como la lechera, pensando en ingresos futuros por ganar tal o cual torneo o alcanzar competencias internacionales cuando los campeonatos ni siquiera han empezado. No se pueden pagar salarios con una ilusión futura difícilmente realizable.
Esto implica trabajo: trabajo para los clubes, que deben contar con una persona que sepa de presupuestos y que entienda que no se puede planear un negocio con las ideas de un presidente optimista. Es claro que mirar a los otros equipos seguramente habrá diferencias complicadas de asumir, y se puede tratar de emular vía salarios aquello que resulta imposible. Algunos equipos entienden esta situación y, sin contar con una gran hinchada, ganar torneos o transferir jugadores, no tienen problemas en pagar a sus jugadores puntualmente.
La Federación y, sobre todo, la DIMAYOR no puede tolerar —o al menos no debería—, pues esto afecta el balance competitivo, empaña la marca y permite que algunos equipos obtengan ventajas por jugar, como en el caso del Pereira, con jugadores juveniles que pueden tener mucho entusiasmo, pero que no son verdaderos profesionales.
Los equipos chicos deben entender que no pueden enloquecerse a la hora de contratar jugadores, aun con la posibilidad de participar en torneos internacionales que les deja buenos réditos económicos.
Como el Ministerio del Deporte no hace nada —y lo hace muy bien—, les toca a otras autoridades controlar este desmadre: el Ministerio del Trabajo o la Superintendencia de Industria y Comercio.
El control financiero, el licenciamiento de clubes, el fair play financiero o como se quiera llamar, debería ser implementado en el fútbol profesional colombiano. Hay equipos que, por seguidores, por patrocinio o por negocios internacionales, pueden soportar una nómina importante; Nacional, Millonarios o América seguramente están en este nivel. Otros, prudentes, hacen bien la tarea y manejan presupuestos adecuados; puede ser que una mala campaña los haga pasar trabajos, pero en general sobreviven bastante bien. Me parece que el Tolima y Once Caldas hacen parte de este excelente rubro.
Mejor no hablar de los mala paga.
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