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lunes, 29 de enero de 2018

Hace poco celebramos la noticia de Fifa que había reducido la sanción a Paolo Guerrero de un año a seis meses y que por ello podría jugar el próximo Mundial. Esta situación me generó ciertos interrogantes que, a pesar de la experiencia, no he terminado de descifrar y quisiera compartir.

El 20 de julio de 2016, Independiente del Valle de Ecuador se enfrentó por Copa Libertadores a Atlético Nacional, José Angulo, delantero del equipo ecuatoriano salió positivo por cocaína. Inicialmente la Comisión Disciplinaria de la Conmebol suspendió por un año al delantero, sanción que apeló Fifa y el Tribunal Arbitral del Deporte la aumentó a cuatro años.

Surgen como varias inquietudes. ¿Por qué de casos provenientes del mismo deporte, que estaban compitiendo en torneos organizados por la misma confederación y que recaen sobre la misma sustancia, cocaína, hay fallos tan radicalmente opuestos? ¿Cómo Fifa reduce la sanción interpuesta a uno de ellos mientras que apela la del otro para que después sea aumentada?

Hay dos problemas a analizar. El primero es que tras muchos años de corrupción el fútbol está intentando limpiar su nombre, gesta que pretende realizar a través de la imposición de sanciones ejemplarizantes que son atípicas y peligrosas, no por el hecho de que eliminen la corrupción y los malos manejos que han permeado el fútbol, sino que infunden un miedo injustificado en los actores y atentan contra la ya decantada jurisprudencia de los diferentes estrados judiciales en materia deportiva. Esto deriva ineludiblemente en una “inseguridad jurídica” en donde se desconocen preceptos que tienen como objetivo estandarizar un proceso judicial, situación sana y por demás, justa y segura.

El segundo problema radica en qué tan importante resulta la defensa del deportista culpable dentro de un proceso de dopaje. Como abogado creería que la clave del asunto está en lograr hacer una valoración probatoria adecuada e hilarla con una argumentación coherente al precedente tanto de Fifa como del TAS. Esto, pues principios básicos como la presunción de inocencia se ven rotos en estos procesos, ya que la carga de la prueba recae en el deportista y en demostrar que él no es culpable y no a la organización de que lo es.

En los casos de Guerrero y de Angulo había varios intereses contrapuestos. Perú no asiste a un Mundial desde 1982 y Guerrero es uno de sus mejores jugadores. Por su parte Angulo fue una promesa que no llegará nunca a ser. No quiero indicar con esto que haya habido injerencia por parte de nadie en específico, pero no deja de parecer extraño aquello que en otras circunstancias sería claro y no tendría vuelta de hoja.
Ahora, no todo finaliza acá. La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) todavía podría apelar la decisión de segunda instancia emitida por Fifa y buscar aumentar la sanción en caso de que no les resulten convincentes los argumentos del peruano o que las pruebas eran inconducentes para presumir su inocencia. Así y tal como ya se expuso en el precedente de este mismo tribunal, podría aumentar la sanción y que Perú vuelva a tener que ir al Mundial sin Guerrero.

Es importante conocer el precedente y saber cuáles son los puntos débiles de un fallo. El aporte de ciencias como la farmacología es fundamental y acompasar todo esto con una narración coherente de los hechos es la base de una defensa sólida. Todo esto es fundamental, pues, al final de todo lo que está en juego es la carrera profesional de un deportista y la reputación de un ser humano.