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OPINIÓN

Responsabilidad del organizador

05 de septiembre de 2015

Andrés Charria

Fundador de Tres Puntos Consultores
Canal de noticias de Asuntos Legales

El primer tema llama mucho la atención por la situación, no tanto por la reacción del deportista y mucho, al menos personalmente, por la absurda decisión de los jueces; el ciclista Peter Sagan, favorito para ganar algunas etapas de la Vuelta España fue arrollado por una moto de la organización que lo dejó sin posibilidades de ganar la etapa y posteriormente lo obligó a retirarse definitivamente de la carrera. 

Sagan, claramente molesto tiró la bicicleta, insultó a todo el mundo y golpeó el carro de ayuda, reacción lógica frente a semejante imprudencia que puso en peligro no solo la carrera sino la propia vida. Los organizadores, claramente responsables del accidente, no tuvieron mejor idea que multarlo por “atentar a la imagen del ciclismo”. Esta situación me trae a la memoria otra de hace ya algún tiempo en el que el fabuloso Lucho Herrera se vio en dificultades para saltar, en su bicicleta, un fusil que un soldado en moto dejó caer cuando lo acompañaba en una contra reloj individual en la autopista norte de Bogotá. En ambos casos la negligencia de la organización es evidente y en el caso español la organización debería pagar perjuicios cuantiosos.

El segundo, un accidente con resultado mucho más trágico, el piloto de fórmula Indy Justin Wilson murió a causa de heridas múltiples en la cabeza luego de un accidente de carrera en el que se vio involucrado en el cual restos de otro carro golpearon su casco a velocidades enormes. 

En este tipo de competencias los accidentes son orden del día.  La situación, previsible, supera cualquier tipo de cuidado; año a año se mejoran las medidas de seguridad en pista y en los carros para, en la mayor cantidad de veces, evitar un desenlace trágico, desafortunadamente a estas velocidades siempre estará presente el riesgo y es, en parte, lo buscado por los aficionados. La organización en este evento utilizó todos los medios a su alcance, con despliegue de tecnología, logística y profesionales para intentar mitigar el daño, hecho que a la postre fue insuficiente.  

Finalmente, un aficionado de los Bravos de Atlanta murió  luego de caer del tercer piso del estadio cuando estaba gritando y abucheando a una estrella de los Yankees de Nueva York; sin entrar a analizar el estado del aficionado los comentarios que circulan indican que de manera imprudente se acercó a la baranda y, seguramente por el fervor del insulto, de un momento a otro cayó al vacío. Se puede ver el estado de la tribuna, impecable y la reacción de las personas encargadas de la seguridad del espectáculo, rápida y eficiente, desafortunadamente la caída fue tan aparatosa que no hubo oportunidad alguna para la víctima. 

Esta situación, habitual en los deportes de equipo en los que por momentos se pierde la sensatez frente a un adversario poco querido, son imprudentes y ponen al sujeto en peligro inminente. Se trata de culpa de la víctima, quien de manera imprudente se expuso a un peligro.

Estas situaciones ponen de manifiesto la responsabilidad que tiene un organizado que recibe dinero (mucho) a cambio de un espectáculo. Su obligación no es solo la de ofrecer la mejor competencia sino de procurar por todos los medios la seguridad de quien en ella interviene o de los fanáticos.

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