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miércoles, 11 de octubre de 2023

El gobierno corporativo y la política se encuentran de formas complejas y significativas. Los dos tratan de la “administración” y “supervisión”, aunque en distintos niveles y contextos. Este artículo explora la relación entre la política y el gobierno corporativo tomando como ejemplo – hipotético – una ciudad que se llama “Mílendel” (y no es una del “Señor de los anillos”).

Mílendel es una ciudad que ha tenido que transformarse porque sus condiciones sociales, de seguridad, políticas, fueron sumamente difíciles, y en los últimos periodos ha tenido gobernantes de distintas corrientes que tuvieron que combatir contra todos los complejos problemas de esa ciudad. No hay “unanimismo”, pero ha habido “gobernabilidad”.

En Mílendel se han dado debates políticos, creación y aplicación de leyes y administración pública. Es un proceso apenas lógico en la política. Ahora, desde el gobierno corporativo hay reglas, prácticas y procesos de las empresas que, por naturaleza, necesitan ser gobernadas. Ahí empieza a conectarse Mílendel con el gobierno corporativo.

Si el gobierno corporativo refiere al manejo del poder y de las relaciones alrededor de la empresas, ahora imagínense qué es la política, cuando la concebimos desde Platón como la primacía del bien público sobre el particular. Así, política y gobierno corporativo se encuentran, todo el tiempo, y no solo en lo conceptual, y mucho más cuando vemos que hay empresas estatales que participan en los mercados.

Aquí algunos ejemplos de cómo la política en Mílendel puede afectar el gobierno corporativo de las empresas públicas y las privadas:

Pesos y contrapesos. En su crecimiento, Mílendel ha querido que sus empresas públicas puedan perdurar a los mismos gobiernos y para ello ha fijado reglas de “gobierno corporativo”. Ahora, los gobernantes son los que, muchas veces, definen qué hacer, y algunas otras veces tienen su junta directiva (el Concejo de Mílendel) para hacer contrapeso al poder que tienen. Cuando en ese Concejo hay opositores, seguramente la tentación del gobernante de Mílendel para silenciarlos, y deba controlarse profundamente para no pegarles.

En lo público se gobierna hasta para los contradictores. En las empresas se gobierna hasta los grupos de interés.

Regulación. Las normas siempre podrán cambiarse. Ahora: una cosa es cambiar la norma en tiempos de paz, y otra cambiarla en tiempos turbios. Si la norma se acomoda a los tiempos, es “reaccionaria” y no “estratégica”. Responde a personas y no a necesidades. Y en la política esto puede ser mucho más común.

La gestión de recursos. Las decisiones del gobernante de Mílendel en torno a los manejos de los recursos, de los medios, de los poderes, pueden influir en el entorno operativo de las empresas (públicas y privadas). Pueden generar confianza, desconfianza, temor, y mucho más si, por ejemplo, ese gobernante las ataca directamente.

En la política, los gobernantes pasan. En la economía, las empresas perduran. El Reino de los Países Bajos lo entendió hace mucho: hay que unir a lo público, lo privado y la academia. Con ese “triángulo dorado” es mucho lo que puede avanzarse, y seguramente Mílendel tuvo esa visión, lo que le permitió salir de muchas situaciones difíciles. Se gobierna con todos, y no contra todos.

La política y el gobierno corporativo están estrechamente entrelazados. Lo que haga un político en Mílendel influye en el gobierno corporativo. Al “bien común” se llega de muchas formas, pero no debería llegarse, con esa excusa, de cualquier forma.