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lunes, 2 de agosto de 2021

Suscrita el 9 de julio por Joe Biden, esta orden ha provocado un gran revuelo en Estados Unidos y en el mundo en lo que concierne a la promoción de la competencia.

Para Biden “El capitalismo sin competencia es explotación”, y destacó que en los últimos tiempos las empresas en lugar de competir por los consumidores están consumiendo a sus competidores.

La orden modifica a fondo la filosofía que inspira la política de competencia estadounidense y se enfoca en reducir la concentración del mercado y en fomentar una mayor innovación y mejores salarios para los empleados.
Entre los diversos temas a los que ella se refiere amerita mencionarse la prohibición de las cláusulas que estipulen la renuncia de los trabajadores a competir contra su empleador a cambio de una compensación.

En materia de salud, se enfatiza la prohibición de los acuerdos “pay for delay” que consisten en el pago por parte del titular de una patente al fabricante de un medicamento genérico para que retrase su entrada al mercado.

A lo anterior, se suman medidas para hacer más riguroso el control de la competencia en sectores como el agrícola, el del transporte aéreo y marítimo, el financiero, el de las telecomunicaciones y, por supuesto, el de las plataformas digitales que han generado una turbulencia inusitada y reacciones adversas, como la de la Asociación Nacional de Fabricantes de EE.UU., que aseguró que las nuevas disposiciones “amenazan con deshacer nuestro progreso socavando el libre mercado”.

Lo anterior refleja la aguda disputa entre la Escuela de Chicago, que en materia de competencia se cimienta exclusivamente en el bienestar del consumidor, y la escuela neo-brandeisiana, que aboga por la desconcentración del mercado, por limitar el tamaño de las empresas y por una mayor intervención económica.

El giro de la política estadounidense hacia esta nueva escuela es evidente. De hecho, Tim Wu, reconocido representante de esta corriente hace parte del Consejo Económico de Biden. En su libro “The Curse of Bigness” (“La maldición de la grandeza”) expresó que el régimen de este país ha llevado a que el mercado se concentre significativamente, a que se disminuyan los salarios de los trabajadores y a que se aumenten los precios.

En el mismo sentido, Lina Khan, actual Comisionada de la FTC, que como bien se sabe se ha destacado por su oposición a las Big Tech, sostuvo en su famosa publicación “The end of antitrust history revisited” que, ante la problemática advertida por Wu, la tarea de los neo-brandeisianos debía consistir en trasladar sus críticas a la ley y diseñar un drástico giro institucional en la política de competencia.

El desafío que plantea esta orden ejecutiva, a los fundamentos que tradicionalmente han determinado la política de competencia, no sólo en Estados Unidos, sino en el resto del planeta, encierra interrogantes que no son nada fáciles de responder y que solo el tiempo se encargará de resolver y decantar. En el entretanto, es importante que los países de la región observen con especial cautela, y con beneficio de inventario, estos desarrollos por cuanto sus mercados tienen características muy diferentes al norteamericano y europeo. Por ejemplo, en estos países, las deseconomías de escala son una característica que puede incrementarse de manera nociva con la desconcentración de los mercados. Ello podría llevar a ineficiencias, a desincentivar la inversión, a incrementar los costos y los precios y a otras consecuencias indeseables.

Así que no siempre copiar la moda a ciegas es lo más sabio. Menos aún en estas materias.