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sábado, 6 de junio de 2020

El gran reto que afrontan las empresas en la pospandemia es crear, hasta donde puedan, la nueva realidad en la que todos viviremos. La planificación de esta, el gran proyecto al que se están viendo avocadas de manera inesperada, debe hacerse por escenarios. El más complejo, y por el cual deberíamos empezar, es aquel sin vacuna, sin cura, sin inmunidad de rebaño y con un virus que no se debilita con el tiempo y los contagios. Es un escenario basado en la dura y cruel realidad de la experiencia de la humanidad con el virus del VIH. Actualmente, nos vemos como ante un compás de espera en la ilusión de una vacuna que pareciera viene por buen camino. Pero la planificación no puede esperar la ocurrencia de los hechos o la insoportable demora de resultados: cada día que pasa la situación económica de las empresas se hace más agobiante y se pone en riesgo la paz social.

Rehacer la vida empresarial y laboral en las condiciones de este primer escenario implica responder preguntas bastante complejas, profundas y novedosas en muchas áreas y en particular respecto del recurso humano, frente al cual sin lugar a dudas tendrán muchas compañías que reformularse a fondo su capacidad para entender, preocuparse y ocuparse por las situaciones particulares que hacen parte del proceso de adaptación de sus trabajadores, a un contexto particularmente exigente y retador como el que viviríamos en este escenario.

Problemas que antes eran exclusivos de la vida privada de los colaboradores pasan a ocupar ahora un lugar preponderante en la agenda de las empresas y en la forma como estas se conciben y entienden a sus colaboradores, y deberán ser tomados muy en cuenta por ellas al considerar muchas de las medidas que deberán ser adoptadas para dar forma a esa nueva realidad empresa-trabajo-trabajador.

Son escasas las herramientas de las cuales pueden echar mano las compañías para ayudarse en la tarea de afrontar retos novedosos y de una dimensión descomunal. Los estándares de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), pueden aportar elementos valiosos a la hora de adoptar decisiones cruciales y acertadas a la vez.

Este proceso se da en un contexto en el cual la narrativa tradicional de la izquierda, tan arraigada en la mente de muchos colombianos, ha hecho del ánimo de lucro casi que una lepra de la sociedad, y de las empresas un cáncer que se soporta hasta el momento en que la lucha de clases de sus frutos. Sin embargo, la pandemia ha puesto en evidencia la importancia crucial del capital y la iniciativa privada para la sobrevivencia y buena salud de las sociedades. El mito del Estado empleador propio de la izquierda cayó con el desplome de la cortina de hierro y sus lamentables indicadores sociales, económicos y ambientales.

Estamos ante la inevitable pérdida de millones de empleos en el mundo entero, producto de la quiebra también de millones de empresas. Nadie escapa a la debacle. Ahora bien, en la creación de la nueva “normalidad” -tarea de todos-, la sociedad deberá cambiar el paradigma y entender las bondades de la iniciativa y del capital privado, al margen de los problemas que como cualquier asunto relacionado con los humanos es obvio que tengan. A su vez, las empresas deberán demostrar especial capacidad para encontrar un equilibrio entre las necesidades de sus colaboradores en este nuevo contexto y el rol que les corresponderá bajo esta novedosa perspectiva. Entre todos saldremos adelante.