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miércoles, 18 de abril de 2018

“No hay que entenderlo todo, pero no viene mal el intento. Ocho de cada 10 venezolanos huyen porque sufren pobreza crónica o severa, porque la hiperinflación se come los ahorros -y los sueldos-, porque el PIB ha caído 40% en tres años, porque la inseguridad alimentaria afecta 90% de la gente y porque faltan medicamentos y hasta médicos…y, ante todo, y sobre todo, por miedo”. De este modo resumía la situación de Venezuela en días pasados el periódico El País de España.

Al igual que aquí, también en Venezuela se oyeron cantos de sirena en su momento y hubo también quienes pregonaron la injusticia y la desigualdad reinantes en el país como razón para que algunos propusieran un “nuevo modelo social, político y económico”. Y alguien que juró sobre la “vetusta Constitución”, dijo que iba a repartir la inmensa riqueza venezolana acumulada en manos de una oligarquía y que los pobres iban a desaparecer como por arte de magia, o mejor, una Venezuela humana, como algunos aquí lo están proponiendo. Para Chávez/Maduro y su criminal círculo lo primero era expropiarla, quitársela a los empresarios antes de irradiarla a la sociedad. Ni un Bolívar de esos llegó al sufrido pueblo al que lo único que le han dejado Maduro y sus secuaces es el recuerdo de aquellos tiempos en los cuales pensaban lo maravilloso que la iban a pasar con el nuevo modelo. Ahora hay quienes en Colombia proponen alejarnos de la minería y los hidrocarburos y reemplazarlos por aguacates para producir el milagro de superar la pobreza.
Llama la atención que cuando uno habla con alguien de la izquierda por estos días, inmediatamente dicen que no se debe votar por las personas sino por los programas. Y esos mismos interlocutores, apenas alguien les dice que va a votar por Duque, inmediatamente reaccionan descalificándolo por ser “el títere de Uribe”.

Descartan a la persona, sin consideración a los programas, cuando les conviene. Pues hablando de programas, descartemos aquellos que pretenden montar “nuevos” modelos sociales y económicos en Colombia, como puede ser, por ejemplo, aquellos como el enunciado por el señor Petro de apartarnos de la minería y la industria de los hidrocarburos, fuente fundamental de los recursos que alimentan el presupuesto nacional pero que los izquierdistas ven como los peores enemigos de la sociedad, tal y como terminaron haciéndolo en la vecina Venezuela, cuya producción de petróleo hoy es similar a la de hace más de treinta años, con las consecuencias que todos conocemos.
El derecho a ejercer el voto no debe ser, estamos de acuerdo, una decisión tomada basada en el miedo sino en la razón, producto de la claridad en lo que proponen los candidatos y también en el análisis de las experiencias de países vecinos y los riesgos que esos candidatos -tanto por sus propuestas como por su historial- pueden significar en términos de llevar al país a modelos desastrosos, que en lugar de mejorar empeoran terriblemente la situación viralizando la pobreza a los niveles más abyectos. En Venezuela ninguno de los que prometieron un mejor país repartió la inmensa riqueza entre el pueblo y hoy vemos muy cerca esa realidad para nosotros. Cierra El País diciendo: “el Gobierno arremete contra los críticos a través de la represión… encarcela a los opositores y juzga a los civiles en tribunales militares”… justo lo que denuncia la izquierda cuando no está en el poder.