Durante décadas, y temo decirlo que aún en la actualidad, el trabajo es concebido como un medio para obtener ingresos. Es algo así como: cumplir un horario, recibir un pago, hacer los deberes y repetir la rutina sin mayores cuestionamientos. Pero los tiempos han cambiado. Hoy muchos trabajadores no están dispuestos a conformarse con un salario, hoy buscan algo más, buscan sentido, bienestar, equilibrio, tiempo y ¿por qué no?, diversión. Hoy en día se busca tener un salario emocional.
¿Y qué es eso del salario emocional? No, no es una moda pasajera o la nueva forma de consentir a las nuevas generaciones para que estén motivados y vayan a trabajar. El salario emocional es todo aquello que un empleo ofrece más allá del dinero, como: flexibilidad, la posibilidad de tener trabajo hibrido, tener más días libres, el otorgamiento de beneficios empresariales (auxilio de gimnasio, pólizas de salud, seguros de vida); espacios para conocer a tu equipo de trabajo, oportunidades de crecimiento. En fin, es darle al trabajador un valor adicional que le recuerde que no es uno más del montón, sino que hace parte de un equipo, de una familia empresarial. Es el sello que genera en los trabajadores sentido de pertenencia.
En otras palabras, se trata de poder asistir sin culpa a la reunión del colegio de un hijo, de que un jefe sea capaz de comprender que una crisis personal inevitablemente impacta el rendimiento, es saber que la empresa propicia espacios reales para que los equipos se conozcan, se conecten y construyan vínculos más allá de lo laboral. Es entender que tener tiempo para uno mismo no es un lujo, sino una necesidad. Porque un trabajador que se siente bien es un trabajador que responde con compromiso, que da lo mejor de sí y consigue resultados para su empleador.
Este tipo de salario no es un concepto que se vea reflejado en la colilla de pago, ni algo que incremente los ingresos si en términos monetarios hablamos, pero puede marcar la diferencia entre renunciar o quedarse en un lugar. Su impacto es profundo en la vida de los trabajadores y genera un factor diferencial a la hora de querer pertenecer a una empresa, presentar una hoja de vida o considerar un lugar para hacer unas prácticas profesionales. Porque sí, una cosa es ir a trabajar y otra muy distinta es ser parte de tu trabajo.
Algunas empresas ya han entendido esta realidad, y quienes aún lo perciben como un lujo o una debilidad están condenados a perder talento valioso y enfrentar una alta rotación de personal, porque hoy las personas no permanecen donde no se sienten bien, hoy la vida no gira en torno al trabajo, el trabajo es solo una parte de la vida y si bien el dinero sigue siendo necesario para vivir, ya no se considera el único factor determinante y aunque intangible, el salario emocional tiene un peso enorme en la toma de decisiones de los trabajadores.
El gran desafío para las organizaciones hoy en día no es solo pagar bien, sino lograr que sus trabajadores se sientan valorados, reconocidos y felices de pertenecer a ese lugar que llaman empresa, y eso, en tiempos de incertidumbre, de agotamiento colectivo y del estrés de la vida cotidiana, vale más de lo que parece. ¿Qué estás haciendo para cuidar el talento de tu empresa?
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