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viernes, 25 de marzo de 2022

La invasión rusa a Ucrania, iniciada a finales del mes de febrero, ha planteado innumerables retos para el sistema multilateral de comercio y la OMC. La comunidad internacional, en un intento por presionar al presidente Vladimir Putin, ha acudido a sanciones económicas, financieras y comerciales que buscan debilitar la economía de este país y socavar la capacidad de su gobierno para financiar la invasión.

En el plano del comercio internacional, EE.UU. junto con los demás miembros del G7 y la Unión Europea anunciaron recientemente su objetivo de despojar a Rusia del estatus de “Nación Más Favorecida” al amparo de las disposiciones del articulo XXI del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (Gatt, por sus siglas en inglés), que establece la posibilidad de aplicar medidas que consideren necesarias para la protección de sus intereses esenciales de seguridad en tiempo de guerra u otra emergencia en las relaciones internacionales.

Esto significa que los miembros de la OMC pueden imponer medidas que, de otro modo, violarían las normas de la organización, en interés de la seguridad internacional. De hecho, la medida ya fue implementada por Canadá, decisión que supuso un incremento de los aranceles para las importaciones originarias de Rusia y Bielorrusia de cerca de 35%.

Otro frente que merece especial atención de la comunidad internacional es la agudización de los problemas en la cadena de suministro agrícola y especialmente de fertilizantes, lo cual ha elevado las alertas sobre un inminente riesgo de seguridad alimentaria. De hecho, Ucrania advirtió recientemente en una reunión del Comité Agrícola de la OMC que sus agricultores estaban trabajando bajo gran riesgo para no perder sus cosechas y no se descarta la necesidad de imponer restricciones a la exportación, en interés de su propia seguridad alimentaria.

En el contexto de una Ucrania devastada por la guerra, es creciente la preocupación por un posible desabastecimiento de cereales como maíz, trigo y semillas de girasol, por lo cual desde la OMC se ha instado a sus miembros a garantizar que su mercado agrícola permanezca abierto y se abstengan de imponer restricciones a la exportación “injustificadas”. A este escenario se suman las alarmas por una inminente reducción en la oferta mundial de fertilizantes, presionando aún más sus precios y los costos de producción agrícolas.

Para hacer frente a esta situación, productores de todo el mundo están buscando nuevas fuentes de abastecimiento en países como Marruecos o Trinidad y Tobago, ya que de un adecuado suministro de estos insumos depende que los costos de producción no continúen incrementándose y que se mantenga una producción agrícola competitiva. Sin embargo, estas estrategias pueden resultar insuficientes ya que, previo al conflicto, la agricultura mundial ya estaba enfrentando las consecuencias del desequilibrio en la cadena de suministros causado por el covid, que generó un incremento en los precios mundiales de alimentos de 28% en 2021.

Además, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, la cantidad de personas que enfrentan inseguridad alimentaria se duplicó desde 2019. Es evidente la fuerte presión que la invasión a Ucrania ha impuesto sobre el comercio y en especial la agricultura mundial, incluyendo a Colombia, por lo cual es fundamental revisar estrategias de corto y mediano plazo para encontrar soluciones que permitan equilibrar las sanciones a Rusia, por un lado, y la necesidad de asegurar la seguridad alimentaria y energética, por otro.