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OPINIÓN

El abogado de la era de la IA: el arte de preguntar

11 de octubre de 2025

Sergio Alejandro Gallego Morales

Socio fundador de Altano Consultores
Canal de noticias de Asuntos Legales

La inteligencia artificial (IA) ha entrado al mundo jurídico con fuerza. Hoy un abogado puede proyectar una demanda en poco tiempo, revisar jurisprudencia con precisión y analizar grandes volúmenes de documentos en un par de clics. Sin embargo, esta transformación no significa que el rol del profesional del derecho se reduzca, sino que cambia su naturaleza. En este nuevo escenario, el valor no está en producir textos legales, que cada vez son más a automatizables, sino en saber qué y cómo preguntar.

La IA es tan poderosa como la calidad de las instrucciones que recibe. Un abogado que no sabe formular preguntas claras y estratégicas, obtendrá respuestas superficiales o incluso equivocadas. La habilidad de diseñar “prompts” jurídicos, qué básicamente consiste en instrucciones y preguntas que conduzcan a análisis relevantes jurídicamente, será una competencia tan esencial como redactar una buena demanda.

Ahora bien, la habilidad de preguntar correctamente no es nueva ni se limita a esta realidad digital. Un litigio se construye a partir de hechos, y esos hechos se descubren con preguntas bien planteadas al cliente. Muchas veces no es lo que el cliente cuenta de entrada lo que resulta decisivo, sino aquello que surge de una indagación precisa, exhaustiva y estratégica. En un contexto donde la IA puede redactar memoriales en segundos, lo que sigue marcando la diferencia es la capacidad del abogado para descubrir lo que aún no se ha dicho.

Otro ejemplo que viene desde la génesis del derecho ocurre en las audiencias. Interrogar a testigos, contrainterrogar a la contraparte o incluso hacer preguntas oportunas al juez, sigue siendo un arte humano. Las respuestas de un testigo dependen en gran medida de cómo se formule la pregunta. La verdad procesal no se revela sola, se debe buscar con bastante pericia.

Es por ello que la IA no reemplaza la intuición del abogado, su conocimiento del lenguaje corporal ni la capacidad de leer silencios y contradicciones.

En definitiva, el abogado destacado de esta nueva era no será quien mejor memorice códigos ni quien redacte los textos más impecables, sino quien formule las mejores preguntas. Porque preguntar bien permite comprender con precisión lo que realmente necesita el cliente, encontrar la estrategia más efectiva para el litigio y aprovechar de manera inteligente las herramientas de IA.

Lejos de volver la profesión una tarea mecánica, la tecnología nos obliga a centrarnos en lo esencial: el pensamiento crítico, la interpretación y el juicio estratégico.

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