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OPINIÓN

El fenómeno migratorio en Estados Unidos

08 de julio de 2014

Canal de noticias de Asuntos Legales

Ante ello, las opciones con que cuenta el Ejecutivo se reducen a algunas acciones que, aunque mínimas, aliviarían en algo el estatus de más de once millones de inmigrantes indocumentados que hoy se encuentran en el país.

La historia de la migración hacia los Estados Unidos es, sin duda, una de las que podrían considerarse de larga duración. Desde los orígenes del país es posible hacer alusión a un amplio fenómeno migratorio, con individuos provenientes de múltiples lugares. 

La profesora Hasia Diner, de la Universidad de Nueva York, ha hecho una clasificación en cinco etapas que pueden citarse acá.

La primera etapa obedece precisamente a la de los colonos que arribaron al Nuevo Mundo. Personas procedentes de todos los rincones de Europa, aunque con un mayor énfasis de las islas británicas. Una segunda fase, situada entre 1820 y 1880, con nuevas circunstancias industriales no sólo para Europa sino para EE.UU., se convirtió en la primera oleada de inmigración masiva. 

Entre finales del siglo XIX y comienzos de la Primera Guerra Mundial se dio un tercer periodo, también de carácter masivo, que ha estado calculado en la llegada de unos 25 millones de individuos al territorio estadounidense. 

Personas jóvenes, provenientes del sureste de Europa, además de unos tres millones de judíos, facilitaron los procesos industriales de la futura potencia mundial en su momento. La cuarta etapa (1920-1968) llegó acompañada de una legislación que discriminó el origen del inmigrante y favoreció la llegada de latinos a su territorio.

Finalmente, una quinta fase del proceso se ha vivido desde la aprobación de la ley Hart-Celler (con un sistema de cuotas desviado del objetivo inicial) que ha puesto al país en el gran dilema que hoy el presidente Obama ha tipificado de “crisis humanitaria”. 

Sin duda el país norteamericano le debe a la inmigración todo lo que pudo lograr durante el siglo XX y lo que aún es como potencia del orden global. Sin embargo, éste se ha vuelto un tema político de discusión entre partidos al interior del Congreso y, a pesar de la aprobación por mayoría demócrata en el Senado, existe una negativa por parte de la mayoría republicana de la Cámara para discutir la reforma y votarla en el periodo actual de sesiones legislativas.

John Boehner, republicano y presidente de la Cámara, ha expresado su inconformidad con la reforma y señaló su negativa para tramitarla este año. Con ello se ha agudizado la lucha partidaria y se obliga al Ejecutivo a pensar en posibles acciones para enfrentar la crítica situación (entre otras) de tener a más de 52.000 niños ilegales en los centros de detención familiar. El optimismo demócrata frente a este tema ha quedado por el suelo.

Así las cosas, al Presidente estadounidense no lo queda más que asesorarse cuidadosamente para actuar dentro de la ley, aunque favoreciendo al indocumentado que ya habita en EE.UU. 

Lo primero es fortalecer la frontera aún más. Luego, existirán medidas desde el derecho que facilitarán sus movimientos, tales como revisiones al tema de las deportaciones a través de los programas del Departamento de Seguridad, una ampliación de los beneficios existentes, y la aplicación del estatus de protección temporal a los pequeños hoy desamparados. El enorme problema, que es foco de discusión y difícil control, es el de los ilegales criminales.

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