Tal como ha sido destacado por múltiples medios, el Grupo del Banco Mundial alertó sobre el freno que experimentará la región en los próximos años. Si bien se había logrado estabilidad y buenos réditos hasta mediados de 2014, lo cierto es que con un petróleo a mitad de precio y con la clara tendencia bajista de los recursos naturales exportados por las economías latinoamericanas, las proyecciones de organismos internacionales sobre el crecimiento regional son cada vez menos alentadoras. Y los efectos no son sólo para países como Venezuela, Colombia, Ecuador o Brasil, que basan sus ingresos en el crudo, sino también para los demás actores que siguen sin superar su clara dependencia de la exportación de commodities.
Basados en el informe del Banco Mundial, en el que se insiste en un descenso en la proyección de crecimiento económico latinoamericano para 2015, hay dos casos críticos y un número importante de economías afectadas por la desaceleración global de la demanda de recursos naturales. Sin ser una sorpresa, el reporte destaca que Venezuela y Argentina serán casos delicados a nivel fiscal. Ambas economías continuarán supeditadas a las consecuencias de la errónea administración de los ingresos obtenidos por las ventas externas de su producción agrícola, minera y de hidrocarburos.
Otros casos como Perú, Colombia, México y Chile, si bien presentarán descenso frente a proyecciones anteriormente trazadas, no sentirán efectos tan perversos que los lleven a poner en riesgo su relativa estabilidad. De acuerdo con el organismo internacional, las tasas de crecimiento se situarán en 4,8%, 4,4%, 3,3% y 2,9% respectivamente. Lo que representaría un 3,85% de crecimiento promedio para los miembros de la Alianza del Pacífico. No obstante, sigue vigente la pregunta sobre las razones que llevan a las naciones latinoamericanas a continuar su dependencia de las exportaciones de recursos naturales por encima de cualquier otro renglón económico.
Con excepción de México y Brasil, que hoy se pueden considerar importantes productores de manufactura orientada a la exportación, la tendencia de las demás naciones latinoamericanas sigue anclada a la producción agrícola y minera, en procura de satisfacer las demandas de las naciones industrializadas. No se ha presentado aún el cambio productivo que la región necesita para dejar atrás la dependencia de las fluctuaciones en los precios de la materia prima. El grueso de las administraciones simplemente se ocupa en planear estrategias conducentes a recibir ingresos generados por tales transacciones, pero no enfrenta el problema de raíz. La reconversión de los sistemas productivos sigue estando en deuda desde que fue anunciada con los planes de ajuste estructural.
En definitiva, si bien la región se afianzó en términos políticos, logró algún grado de autonomía en sus decisiones y diversificó sus relaciones internacionales, no hay profundos cambios en su aparato productivo que, sin exagerar, es similar al de 20 años atrás.
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