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  • David Alejandro Peñuela

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Derecho siempre ha actuado inter-disciplinariamente con otras áreas del conocimiento como la antropología, filosofía, economía y la sociología; de hecho son áreas vistas a lo largo de la carrera con el fin de lograr el forjamiento de un profesional mucho más integral.

Sin embargo, las facultades de las distintas universidades del país se han olvidado de otras materias que, aunque al rompe podrían parecer ajenas a la vida jurídica, están íntimamente relacionadas, no tanto con los aspectos netamente legales, sino con la forma en que nuestra profesión se debe desarrollar. Estoy hablando específicamente de áreas como la publicidad, el mercadeo, administración de empresas, alta gerencia, entre otras. Lo anterior, se hace aun más necesario en la actualidad, donde la globalización y la tecnología juegan un papel trascendental. Así las cosas, el Derecho no puede comportarse como una entidad impávida. Por lo tanto, la realidad y la práctica reclaman de las Universidades una formación aun más integral en la que se incluyan asignaturas relacionadas con las disciplinas ya mencionadas.

Desde esta óptica, estos conceptos no solo deben importar en un ámbito académico   (dictando cátedras de contenido jurídico trasnacional o realizando pasantías en el exterior), sino también en el terreno práctico, analizando, por ejemplo, qué beneficios podrían reportar los abogados con la globalización y las nuevas tecnologías desde el punto de vista de los mercados, cómo se podrían aprovechar tales beneficios, etc.

En este sentido, resultan cortos los pensum de las facultades de Derecho, por cuanto se centran única y exclusivamente en la ciencia jurídica, dejando así un vacío tremendo en la formación.

Este fenómeno (vacío conceptual) aflora en el momento en que los abogados salimos a la calle y nos enfrentamos con algo que, hasta ese momento, nos resulta desconocido: el mercado. Infortunadamente, tenemos la concepción de que el litigio y la asesoría se reducen solamente a la obtención de un par de contactos, al conocimiento de la parte procesal y sustancial del campo escogido para ejercer, a la impresión de tarjetas con el formato de letra del Banco de la República, a arrendar un pequeño espacio y llenarlo con escritorios. Tremendo error. Nada más alejado de la realidad que pensar de esta forma. Los más osados, incluso, contemplarían el montaje de una página web. Sin embargo, lo que desconocemos es que estos son apenas los primeros pasos que se deben dar para afrontar el mercado y sus variables. Este es el panorama al que se enfrenta el ingenuo abogado al momento de ingresar al mercado.

En este sentido, los abogados que ven en su profesión la forma de sostenibilidad económica ejerciendo como independientes, no sólo deben saber de derecho.

Por el contrario, deben estar al tanto de las nuevas concepciones sobre atención al cliente, los nuevos mercados, y por si fuera poco, tener un mínimo conocimiento de alta gerencia, ya que su oficina de abogados es como cualquier otra empresa que ofrece un servicio y por ende debe estar preparado para llevar las riendas de su negocio.

Por esto, no existe ninguna diferencia entre Coca Cola, Falabella y su oficina: todas ofrecen bienes y servicios que necesitan ser ubicados en el mercado y dados a conocer mediante la publicidad. Entonces, si los demás estudian el mercado y pautan ¿por qué los abogados no toman las mismas acciones, si sus oficinas son como cualquier otra empresa?
 

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